Han pasado 11 meses desde el aciago recorrido en la escalera mecánica que cambió al mundo. Cuando Donald Trump anunció su candidatura a la presidencia, se rieron e hicieron escarnio de él. Newsweek lo tomó más en serio, pero no todos hicieron lo mismo. Incluso después que Trump saltara rápidamente al frente de las encuestas de opinión pública, siguió siendo ridiculizado, ironizado, desdeñado. Los comentaristas decían que nunca presentaría los formatos financieros requeridos para postularse a la presidencia. Se equivocaron, y seguirían equivocándose.
Ahora que el senador Ted Cruz y el gobernador de Ohio John Kasich se han retirado de la competencia GOP, repasemos aquellos meses y preguntémonos cómo fue que Trump llegó hasta aquí, como el visible nominado republicano. Ya se han desarrollado algunos mitos; el tipo de sabiduría convencional que pasa por alto lo que los votantes realmente quieren, y que ignora los males reales del Partido Republicano. He aquí un análisis de porqué Trump ganó y porqué no:
No fue solo ira
Sí, los votantes estadounidense están furiosos. Indignados por un sistema político averiado, y con una economía que no explica del todo el surgimiento de Trump. Pero la ira podría haberse manifestado de muchas maneras, confluyendo en torno del forastero en D.C., Ted Cruz, o clamando por una restauración Bush, o por otro tipo de forastero, como Ben Carson. La ira no fue, necesariamente, un factor suficiente para que el novato neoyorquino hiciera pedazos a la clase dirigente republicana.
Trump tiene ideas reales… mбs o menos
Mucho de lo que ha dicho Trump es absurdo e innecesario. Estados Unidos no puede imponer ni impondrá pruebas religiosas a personas que quieran entrar en el país. Pero sus ideas de imponer más aranceles, aunque burdas, no son del todo estúpidas. Tampoco su idea de imponer costos financieros a las compañías que desplacen empleos estadounidenses al extranjero; el déficit comercial es real, y tiene consecuencias para los trabajadores de Estados Unidos. Tampoco es ridícula la negativa de Trump de cortar los subsidios. Y su deseo de construir un muro en la frontera con México o deportar a 11 millones, aunque impráctica, no es más implausible que la creencia de que una reforma inmigratoria extensa –un tipo de amnistía para quienes ya se encuentran aquí- sería una especie de resolución a los problemas que representa la inmigración indocumentada. No lo es. Aunque lo más probable es que derive en un nuevo clamor por más amnistías en un momento posterior.
Trump amedrenta a sus oponentes
Digan lo que quieran de los insultos de Trump, o de sus comentarios hirientes de media noche, pero tuvieron el efecto deseado. Jeb Bush se mostró sinceramente perturbado por el ataque de “muy baja energía” de Trump. Marco Rubio se convirtió en comediante de club nocturno durante su última semana en la carrera, lanzando insultos sobre el tamaño de las manos, lo cual solo lo puso en el nivel de Trump. Y Cruz pasó las últimas horas de la campaña de Indiana en caída libre.
El martes por la tarde, corrió a los micrófonos para responder a un informe ridículo del National Enquirer, acerca de que su padre estuvo asociado con el asesino de Kennedy, Lee Harvey Oswald, un rumor que diseminó Trump. Cada uno de estos fragmentos de guerra psicológica causó profundo nerviosismo en los opositores de Trump, haciendo que el magnate pareciera mucho más poderoso que sus competidores. Ahora, trata de imaginar el año pasado sin los insultos de Trump, tal vez diciendo cosas como “mi buen amigo…”. Eso habría sido como champaña sin burbujas.
El fin de la publicidad, el surgimiento de los medios libres
Trump lanzó algunos anuncios en esta carrera, pero fueron pocos e infrecuentes. Lo que tuvo fue un suministro inagotable de medios libres, sobre todo la conformidad de las redes de televisión, que permitieron que el millonario llamara por teléfono para hacer entrevistas en programas como “Meet the Press”. Solo alguien con la fama de Trump puede controlar las ondas de radio y recibir semejante atención, sin gastar un centavo. Sin embargo, su negativa para enfrascarse en el trillado juego de los anuncios demostró cuánto ha cambiado el mundo. Hubo una época en que la insuperable Súper PAC de Bush le habría dado una ventaja tremenda en la carrera. Pero los votantes están tan saturados de anuncios y desconfían tanto de los políticos, que el efecto de la publicidad ahora parece trivial, sobre todo en las etapas iniciales, cuando se apoderan de las ondas de radio, televisión, y la Internet, aturdiendo a los votantes.
Trump es gracioso
El tipo es un patán. Trump fomenta la violencia. Los racistas creen que está de su lado. Pero a veces, también es increíblemente chistoso, y sus mítines se han vuelto eventos muy entretenidos. Sí, estaban furiosos, pero la ira solo era parte del espectáculo. Y la risa también fue un elemento muy importante del programa. ¿Recuerdas su imitación de Rubio deshidratado, lanzándose por una botella de agua? ¿O cuando habló mal de Kasich por atragantarse con panqueques? Los mejores demagogos suelen ser graciosos. George Wallace se preguntó alguna vez qué había en los portafolios de esos burócratas de cabezas puntiagudas.
La ideología es para los ideólogos
La idea de que un nominado republicano tuviera que comulgar con un conjunto de demandas ideológicas –desde recortes fiscales hasta comercio libre- era falsa. A nadie le importó que Trump quisiera aumentar los impuestos, el tabú del GOP. No necesitó coincidir con los temas sociales de moda, como la asignación de géneros en los sanitarios. Desde el principio, Trump dejó claro que no era un republicano convencional. Y lejos de lesionarlo, eso pareció pulir su imagen de independiente.
Nadie puede comprar a Trump
Es difícil subestimar el poder de las palabras “No necesito su dinero”. Eso ayudó a que Bernie Sanders se convirtiera en el retador en que es ahora. Del mismo modo, Trump se posicionó como enemigo del sistema porque proclamó, orgullosamente, que había comprado políticos y por ello entendía, mejor que nadie, la podredumbre que yace en las raíces de la política.
Por eso, el martes por la noche, cuando el gran hombre entró en la Torre Trump para aceptar su sitio como nominado del Partido Republicano, nadie reía.