“Hoy hice un auto que se maneja solo”,
dice NyEla, de diez años, a un salón de padres y muchachas desde la primaria
hasta la preparatoria. “Fue muy fácil”. Pocas horas antes, NyEla nunca había
programado, y ahora está mostrando su creación, un juego que creó en el que un
auto, por su propia voluntad, navega por un sendero toscamente renderizado.
NyEla se sumergió en la programación de computadora con la ayuda de una
organización llamada Código de Niñas Negras (BGC, por sus siglas en inglés).
Cuando Amber Morse, coordinadora de
eventos de BGC, le grita al público: “¿Qué hacemos?”, las niñas gritan en
respuesta: “¡Cambiamos el rostro de la tecnología!”.
Los negros estadounidenses conforman
sólo 7 por ciento de los ingenieros en tecnología de Estados Unidos. Sólo 3 por
ciento son mujeres negras. Estas brechas de raza y género no pueden explicarse
con una falta de acceso; los días en que de niño tenías que ser rico para usar
una computadora han desaparecido. Según Barbara Ericson, en el Instituto de
Tecnología de Georgia el mayor reto ahora es tener oportunidades tempranas de
tomar clases de ciencias computacionales. De todos aquellos quienes hicieron la
prueba de Ubicación Avanzada en ciencias computacionales en 2015, 78 por ciento
eran hombres, y sólo 4 por ciento eran negros. “Los estudiantes con experiencia
previa en esos campos son quienes van a tener éxito en la universidad”, dice
Ericson.
La misión de BGC, que empezó en 2011,
es hacer que las niñas jugueteen con la programación cuando son jóvenes,
haciéndolas sentir que pueden competir en clases de ciencias computacionales en
la universidad y más allá. Es una meta compartida con los patrocinadores de BGC
en Silicon Valley como Salesforce y Google, los cuales batallan con la
diversidad, y con organizaciones sin fines de lucro de todo Estados Unidos,
como Niñas que Codifican y Allanar el Campo de Juego.
BGC introduce a las jóvenes de color en
la programación de computadora mediante celebrar sesiones de codificación de
fin de semana y emparejarlas con mentores. Las niñas aprenden a codificar con
Scratch, un lenguaje de computadora desarrollado en el MIT que permite a los
usuarios manipular herramientas visuales para crear algoritmos, los sistemas
lógicos detrás de los programas. Es lo bastante simple para que los niños
puedan aprender, pero lo bastante poderoso para ser utilizado en clases
introductorias de ciencias computacionales en algunas universidades. Las niñas
arrastran y sueltan piezas de rompecabezas coloreadas para crear instrucciones
simples como “si la bola toca una pared, alto”.
La mayoría de los voluntarios de BGC
trabajan en tecnología y están más que conscientes del enorme problema de
diversidad en la industria. “La tecnología es principalmente masculina y
asiática”, dice Robert Hui, un programador de Netflix, quien prestó su día para
enseñarles a las niñas a codificar. “Esa ha sido la demografía desde la
universidad”. Él dice que sus clases universitarias de ciencias computacionales
de nivel introductorio tenían alrededor de 25 por ciento de mujeres, pero esa
cifra disminuyó conforme avanzó a clases más avanzadas. Pero Hui también piensa
que el cambio está por venir. Después de un día agotador y de resolver errores
de computadora, una niña corrió hacia un voluntario y dijo: “Voy a trabajar en
Google cuando crezca y voy a manejar una bicicleta en el almuerzo”, con lo que
demostró que ya tiene el espíritu de un tecno.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with
Newsweek