Violencia. Palabras viles y misóginas dirigidas a mujeres. Llamadas telefónicas anónimas con amenazas a hogares y oficinas. Funcionarios públicos echados del escenario por agentes de seguridad atemorizados por la creciente multitud. Amenazas de muerte. Nada de esto tiene lugar en una campaña política. Y el candidato que ha tolerado esta obscena conducta entre sus partidarios muestra que no está capacitado para asumir la presidencia.
Entonces, senador Sanders, o controla a su secta cada vez más deschavetada, o abandona la contienda. Todo respeto que los liberales cuerdos de este país tienen hacia usted está disminuyendo rápidamente, y el daño hecho a su reputación podría ser irreparable. Si usted no puede controlar a los crueles matones que actúan en su nombre, será imposible confiar en usted para dirigir una tienda de abarrotes, y ya no digamos a todo el país.
Cuando Bernie Sanders puso en marcha su campaña presidencial, en mayo de 2015, parecía ser un candidato que podía inspirar a los votantes más liberales, empujando al Partido Demócrata ligeramente hacia la izquierda e influyendo en la política, ya sea como nominado o impulsando a sus partidarios a trabajar a favor del cambio a largo plazo al ocupar puestos en el partido. Pero Sanders ha señalado cada vez más que es un llorón con poco interés en un movimiento más amplio. Sus ataques crueles, y con frecuencia ridículos, contra el partido siempre que no ha logrado ganar una elección primaria han inspirado un nivel de fanatismo ignorante en una amplia porción de sus partidarios, lo cual se asemeja a un mitin descontrolado de Donald Trump.
Este desagradable aspecto resultó evidente en la reciente convención estatal del Partido Demócrata de Nevada, en la que Hillary Clinton obtuvo más delegados que Sanders. Ahora, esto difícilmente podría haber sorprendido a alguien, excepto a los sandernistas, cuya certeza en la rectitud de su causa ha superado cualquier compromiso que pudieran haber tenido con la democracia. Sanders perdió los colegios electorales de Nevada en febrero por más de 5 por ciento. Una persona racional que tuviera algún interés en la voluntad de las personas supondría que Clinton obtendría la mayor cantidad de delegados en ese estado. Sin embargo, a los partidarios de Sanders les indignó que la persona que obtuvo la mayoría de los votos en Nevada obtuviera también la mayor cantidad de delegados.
Desde el momento en que Sanders perdió en los colegios electorales de Nevada, la campaña y sus partidarios comenzaron a jugar un largo juego pésimamente planificado, esperando anular a los votantes. Sanders y sus directores ya habían diseñado el plan que, según sus expectativas, le daría la nominación demócrata manipulando las reglas de la Comisión Nacional de Filadelfia a realizarse en julio. Estas son las reglas que él denunciaba como injustas y antidemocráticas hasta que se dio cuenta de que podía usarlas a su favor.
Sus partidarios organizaron un ensayo de ese plan en Nevada. Cuando se conocieron los resultados de la votación, en la que Sanders resultó perdedor, su campaña comenzó de inmediato a tratar de revertir el resultado. En las reuniones de los condados en las que se eligieron los delegados para la convención estatal, los partidarios de Sanders orquestaron un esfuerzo para obtener más sitios que Clinton y tuvieron éxito. Luego, cuando llegó la hora de la convención estatal, la campaña de Clinton superó en organización a la de Sanders, asegurándose de que sus delegados llenaran los formularios necesarios y se presentaran en la convención. Alrededor de 98 por ciento de los delegados de Clinton elegidos en el nivel de los condados estuvieron allí; todos excepto 27. Mientras tanto, sólo 78 por ciento de los delegados de Sanders se presentaron, dejando sin ocupar 462 posibles sitios para sus partidarios.
Así, tras haber perdido el voto popular y con muchos menos delegados en la convención, la campaña de Sanders no obtuvo lo que quería. Y como si fueran monstruosos bebés de dos años a quienes se les niega el caramelo que desean, sus partidarios hicieron una enorme rabieta. Algunos informes indican que una silla salió volando. Las personas le gritaron “¡perra!” a la senadora Barbara Boxer, una acérrima liberal de California. Roberta Lange, presidenta estatal demócrata de Nevada, necesitó que un destacamento de seguridad la protegiera, tan sólo para ir al baño, de los supuestos amantes de la humanidad de Sanders, que odian a todo aquel que no se incline ante su ídolo político.
En medio del tumulto, los partidarios de Sanders se pusieron cada vez más furiosos mientras difundían una teoría conspiratoria de que a 64 de los posibles delegados del senador de Vermont se les impidió ocupar sus lugares debido a la corrupción política (sin importar que, de haber ocupado sus lugares todos ellos, aun habría 398 delegados de Sanders asignados en el nivel del condado que aparecían como ausentes). La “corrupción” era inexistente. Mientras que a seis de los 64 se les asignó su lugar después de una rápida investigación para asegurarse de que estaban calificados para ser delegados, con el resto no ocurrió así porque no se molestaron en registrarse como demócratas (pudieron haberlo hecho hasta dos semanas antes de la convención) o su información básica, como su nombre y dirección, no se encontraba en los registros del partido. Cuando el partido se puso en contacto con esos delegados para obtener estos detalles, sólo ocho de ellos se tomaron la molestia de responder (este sigue siendo el tema para muchos de los partidarios acérrimos de Sanders: las reglas no se las aplican ellos; gritar “¡conspiración!” y publicar diatribas en línea contra Clinton es mucho más satisfactorio que tomarse la molestia de hacer el trabajo necesario para ganar).
Los partidarios de Sanders también escucharon el rumor de que hubo un “informe minoritario” escrito por miembros del Comité de Documentos de Identidad del partido en el estado que pidió que a los delegados inelegibles se les asignara un lugar. No hubo tal cosa; esto fue escrito y publicado por el personal de campaña nacional de Sanders. El Comité de Documentos de Identidad, copresidido por miembros de ambas campañas y que estuvo compuesto por igual número de partidarios de Clinton y de Sanders, declaró que no hubo ningún “informe minoritario”. No importó; este supuesto informe ha formado parte desde entonces del delirante folclore de Bernielandia y fue utilizado para justificar la cobardía del contingente de Nevada.
Después de que la convención de Nevada terminó abruptamente y de que los guardias de seguridad les dijeron a los políticos que estaban en el escenario que temían por su seguridad ante la turba de Sanders, los matones mantuvieron su histeria hostil. Los manifestantes cometieron actos vandálicos en las oficinas estatales del Partido Demócrata. La información personal de contacto de Lange, incluido su número de teléfono celular, fue publicada en línea, y desde entonces ella ha recibido cientos de amenazas de muerte, de acuerdo con funcionarios estatales del partido. Uno de los mensajes de texto dirigidos a Lange decía: “¡Le ruego a Dios que alguien te dispare en la cara y te vuele tu cabeza de ladrona de la democracia!”. Un mensaje de voz dirigido a Lange y que fue obtenido por Jon Ralston, el decano de los reporteros políticos de Nevada, contiene declaraciones tan deliciosas como “¡Tú, jodida perra estúpida!” y “Probablemente acabas de garantizar que haya fuego en Filadelfia”.
Las amenazas de violencia en la convención son señal de que Sanders puede ser considerado como una de las fuerzas más destructivas de la historia estadounidense. Los motines e incendios en Filadelfia, que son una repetición del caos de la convención demócrata de 1968 en Chicago, abrirán las puertas de la Casa Blanca para Trump.
Mientras tanto, Sanders arrojó algunos ingredientes más al tóxico estofado de ira, amargura y creencias conspiratorias que ha alimentado a los vándalos de su base. Él reacciona con murmullos excesivamente comedidos, diciendo que no apoya la violencia, al tiempo que no hace nada al respecto, proclamando con abierto narcisismo que los sucesos en Nevada mostraron que Clinton necesitaba hacer más de lo que él quería y afirmando que, contrario a las declaraciones de testigos, reporteros y grabaciones de vídeo, sus partidarios no son violentos, aun cuando han mostrado en varias ocasiones su inclinación a abusar de aquellas personas que no están de acuerdo con ellos. En un mitin a favor de Clinton en California, trataron de callar a la precandidata, descarrilando el evento a tal grado que la antigua secretaria de Estado tuvo que cortar su discurso. De acuerdo con testigos, persiguieron al menos a una niña, arrancándole su pancarta a favor de Clinton, que había sido autografiada por la precandidata, y haciéndola pedazos. La niña quedó hecha un mar de lágrimas; en internet hay otros vídeos de adultos consolando a otros niños que lloran aterrorizados por los partidarios de Sanders.
Sanders ha estado dispuesto a echar más leña al fuego. Ha dicho que si Clinton obtiene la nominación y quiere a sus partidarios, deberá cortejarlos ella misma centrándose en los temas de él, al tiempo que abandona el “orden establecido”. Después de todo, el perdedor siempre dicta el programa de trabajo del ganador.
Esta situación es muy extraña, por decir lo menos. Sanders nunca ha formado parte del Partido Demócrata y ha decidido mantenerse como candidato independiente. Pero cuando llegó el momento de la contienda presidencial, las personas más influyentes acordaron permitirle postularse como demócrata; al final, él se volvió contra ellos. Por un momento, parecía como si el plan de Sanders fuera poner en marcha una revolución dentro del Partido Demócrata. Sin embargo, es cada vez más evidente que esta “revolución” es una fachada diseñada para ocultar algo que es poco más que una sed de poder.
¿Por qué no existe ningún esfuerzo organizado por sus partidarios y dirigido por Sanders para comenzar a cambiar la dirección del Partido Demócrata al obtener puestos en los órdenes local y estatal? ¿Por qué Sanders y sus revolucionarios hacen tan poco por encontrar personas con ideas afines que pudieran postularse para cargos menores? Después de todo, sin tales personas en el Congreso, las propuestas del senador de Vermont nunca podrán ser transformadas en políticas. ¿Por qué Sanders continúa escamoteando dinero a sus delirantes partidarios, a pesar de la imposibilidad de lograr la nominación, en lugar de asignarlo a los candidatos que apoyan sus ideas?
También están algunas de las políticas apoyadas por Sanders, que parecen menos un llamado a un cambio fundamental que un mimo a los jóvenes que pocas veces se ensucian las manos y que parecen no preocuparse por los menos afortunados. Las escuelas de Estados Unidos están desmoronándose. Las clases de artes, música y estética están desapareciendo. La rotación laboral de los maestros es demasiado alta, privando a los alumnos de los más talentosos líderes del aula. Incluso obtener implementos escolares y libros de texto está cada vez más lejos del alcance de algunos distritos empobrecidos. Y año tras año, Estados Unidos ve las consecuencias cuando cae por detrás de otros países en ciencias y matemáticas, que son la base de las economías globales en expansión.
Sanders desea aumentar los impuestos a los ricos y a las corporaciones. Y como pieza central de su campaña, desea utilizar ese dinero para la educación, dando a los estudiantes una educación universitaria gratuita en las universidades estatales.
¿Universidad? ¿En serio? ¿Cuántos de los chicos empantanados en el ciclo de la pobreza porque no pueden obtener una buena educación secundaria podrán aprovechar este regalo? ¿De qué manera podrán estos estudiantes universitarios supuestamente preocupados por la justicia social caminar alegremente frente a la deteriorada escuela secundaria cuando el dinero se desvía para que ellos no deban tomar préstamos para educación universitaria? ¿Cuántos de ellos podrán obtener una educación universitaria sin incurrir en una enorme deuda, ya sea mediante becas o asistiendo a un colegio comunitario? Cerca de 70 por ciento de los estadounidenses no tiene un título universitario. ¿De qué les sirve este plan?
El plan de Sanders repartiría beneficios de manera que lo cómodo resulte aún más cómodo, pero no hará nada para mejorar la difícil situación de las personas pobres. Esto hace surgir esta incómoda pregunta: a pesar de la furia de los partidarios de Sanders que están a favor de la ayuda universitaria con respecto al deseo de ayudar a otros, ¿no será que en realidad se trata de ayudarse a ellos mismos?
Lo anterior nos hace volver a nuestra premisa original: es hora de que el senador Sanders madure o se retire. Sus partidarios están ahora, como niños vanidosos, proclamando que votarán por Trump en lugar de hacerlo por Clinton porque blablablá; Wall Street, blablablá; los patrocinadores corporativos, blablablá; el orden establecido, blablablá. Probablemente ninguno de ellos tenga ningún recuerdo de la guerra de Vietnam y de la campaña presidencial de 1972. En ese entonces, el ala liberal del Partido Demócrata ganó con la nominación de George McGovern, y un amplio segmento de los seguidores del partido proclamó que votaría por Richard Nixon. Y miren lo bien que resultó.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek