UNA TAZA Y UN ESCURRIDOR descansan sobre un horno de microondas Sharp cuyos objetos vecinos ayudan a pasar las horas en esta minúscula sala de sofocante aire espeso: un tarro de Nescafé abierto y casi vacío, un frasco con azúcar blanca al que le restan cuatro cucharadas, un bote de Sal Fina y una lata de Coca-Cola. Al fondo, una ventana rescata un breve rectángulo de cielo de la colonia Anzures. Al paisaje lo saturan el dorso de diez edificios y azoteas con tinacos y jaulas para la ropa. En un muro, sobre un corcho repleto de viejas hojas de diario amarillentas, Carmen Aristegui sonríe en la portada de El Periódico, cuyo titular es “Sin miedo”. A su lado hay un desplegado de la PGR con la leyenda “Recompensa 60 millones de pesos. Llama al 088”.
La mirada severa del Chapo Guzmán apunta al centro de esta sala austera ocupada por tres periodistas varones y una mujer que teclean concentrados y en silencio sobre un mismo escritorio. “¿Esto es Aristegui Noticias?”, los interrumpo, extrañado, al entrar. “Sólo una parte, en el piso de arriba está el gimnasio”, responde uno. “Y en el de abajo el spa”, añade otro. La ironía desata carcajadas hasta que la única chica que hay aquí me mira con gesto de “perdónalos” y pone orden: “Sí, esto es Aristegui Noticias”, confirma y vuelve a su labor, la labor que en este portal de internet guía, dos metros a su izquierda, un hombre de lentes, blazer y pelo negro alisado hacia atrás. Entre pilas de documentos se enfrasca esta tarde dentro de su oficina miniatura. Daniel Lizárraga, líder de la investigación sobre la Casa Blanca y los Panama Papers, capítulo México, me acerca una silla, pero el espacio no da para contener la suya, la mía y el escritorio. Me debo sentar de costado con las piernas estiradas a punto de salirse por la puerta, desde donde un ventilador de piso alivia los 30 grados centígrados que, calculo, asfixian este cubículo.
“Ya me acostumbré al calor”, me aclara, aunque veo las gotitas sobre la frente del periodista que en el último año ha sacudido al país con las revelaciones de su Unidad de Investigaciones Especiales. En lo alto, dos pizarrones blancos están repletos de nombres, flechas, círculos, arcos, tachones, asteriscos y lugares marcados en varios colores. Indescifrables, los enormes diagramas de flujo parecen obra de un químico y no de un periodista, como si un científico hubiera trazado con su caligrafía loca una fórmula insondable. Daniel descubre que miro atento todo eso y sale al paso: “No vas a entender nada —se ríe—, te explico: es un árbol genealógico de (la familia oaxaqueña) Murat: quisimos ver si empalmaban con negocios (de Panama Papers). No lo logramos, pero era necesario tenerlo”, dice y señala al segundo pizarrón: “Y ahí tienes una triangulación oculta de farmacéuticas mexicanas en paraísos fiscales para aparentar que compiten: Genomma Lab, Marzam y Nadro acaparan el mercado”. O lo que es lo mismo, ambas gráficas muestran una parte de los Panama Papers, la más grande filtración periodística global de la historia, cuya investigación en México ha sido coordinada por Aristegui y Lizárraga.
El teléfono del reportero sonó un día de agosto pasado. Del otro lado de la línea, Margarita Torres, una periodista mexicana asentada en Washington, le avisó que el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) lo buscaría pronto: estaba reclutando reporteros en Latinoamérica para una investigación multinacional. Días después, la argentina Marina Walker, periodista y vicedirectora del ICIJ, ya hablaba con Lizárraga. La Unidad de Investigaciones Especiales de Aristegui Noticias había sido elegida —junto con la revista Proceso— para explorar una majestuosa filtración.
Meses antes, los periodistas Bastian Obermayer y Frederik Obermaier del diario alemán Süddeutsche Zeitung habían entregado al consorcio 11.5 millones de documentos secretos extraídos por un informante a Mossack Fonseca, una firma mundial de abogados que es un actor clave para conformar sociedades offshore en países como Panamá, señalado como uno de los principales paraísos fiscales en América Latina.
La investigación de todo ese material —realizada por 370 periodistas de 76 países que hablan 25 idiomas— implicaba un esfuerzo monumental, pero con misiones precisas: “Los reporteros (de ICIJ) buscarían las historias de mayor impacto mundial. En cada país debíamos colaborar para fortalecerlas y trabajar al mismo tiempo historias locales —explica Daniel—. Al salir, todos los medios tendríamos las mismas historias internacionales acompañadas de las locales”.
Y una obligación más debía respetarse a sangre y fuego: la confidencialidad, que multiplicada por casi 400 reporteros estaba en riesgo.
—¿Cómo lograron que fuera de ustedes nadie supiera lo que hacían?
—La confianza. El consorcio estudió muy bien los perfiles de todos y sabía en quién confiar. Lo primero que debías acatar ciegamente era eso.
Ocupado en las demandas a MVS, la empresa que cesó el contrato laboral con el equipo de Aristegui Noticias tras difundir la investigación de la Casa Blanca, Daniel reaccionó lento. “Justo en esos días yo tenía la cabeza en otro lado. Perdí meses de investigación por esas broncas”. En octubre, cuando aún los avances eran cercanos a cero, Daniel viajó a la ciudad noruega de Lillehammer. Ahí, en la Conferencia Global de Periodismo Investigativo, se topó con Walker, vicedirectora de ICIJ. No hubo prórroga: había que empezar ya mismo a trabajar: “Tomé el toro por los cuernos”.
A su disposición había “escrituras legales, certificados bancarios, copias de cheques, pasaportes, declaraciones juradas, tarjetas de identidad, títulos de propiedad, facturas”, como después lo explicó Univisión, aliado latino en Panama Papers. Un océano de documentos donde el equipo debía hallar unas cuantas perlas. Ingenieros del ICIJ crearon un instrumento web para que el material fuera accesible en cada país. En un buscador el periodista ponía la palabra clave y los resultados surgían. “Una especie de Google donde escribes nombres”, ilustra: nombres de poderosos que despertaban sospechas. “El equipo se echó un clavado, había que flotar y nadar en 11 millones de documentos. Podías encontrar sobre alguien en concreto 16 000 correos”.
—¿A cuántos personajes mexicanos buscaron?
—Muchísimos. Y es complicado: rastreas a cierta persona porque aparecen cosas y después te das cuenta de que Mossack Fonseca busca clientes en todo el mundo. Viene a México y después de un intercambio de correos de un año con un posible cliente lo dejan ir. Pero de eso te das cuenta hasta el final: no es publicable porque (ese posible cliente) no hizo nada.
Sin embargo, al escribir el nombre de uno de los grandes blancos de su trabajo, ese “no hizo nada” fue “hizo mucho”. Si el equipo de Aristegui Noticias tecleaba “Juan Armando Hinojosa Cantú”, constructor de la Casa Blanca de 7 millones de dólares y contratista número uno del hoy presidente Enrique Peña Nieto —obtuvo durante la carrera política de este ganancias por 750 millones de dólares—, caían documentos en cascada. Daniel da un número: 1500.
Antes de fin de año, todos, salvo Carmen, se reunieron en esta misma oficina del cuarto piso de un edificio de la colonia Anzures para ver qué habían pescado tras “flotar y nadar” durante meses en la documentación.
—¿Qué descubrieron en esa primer etapa?
—Muy extraños movimientos del dinero de Juan Armando (Hinojosa): era algo muy complejo y ni siquiera lo entendíamos.
El dinero del dueño del Grupo Higa había viajado por siete países. ¿Por qué la travesía? Intuyeron algo raro. Ahí había una historia.
“Rastreas a cierta persona porque aparecen cosas y
después te das cuenta de que Mossack Fonseca busca clientes en todo el
mundo”. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
UNA CEBOLLA
Lizárraga, egresado de la ENEP Acatlán, recurrió a una vieja metodología escolar, útil en los días que entrevé una historia de este tamaño. “Incorporo las buenas prácticas de la investigación en Ciencias Sociales y las adapto al periodismo”. Es decir, planteó una hipótesis central y una secundaria, las justificó e hizo cronogramas de trabajo. La hipótesis central fue: “Hinojosa lavó dinero”. La secundaria: “Hinojosa escondió dinero en paraísos fiscales”.
Era hora de empezar a trabajar con la abrumadora montaña documental. “Organízate”, se dijo, urgido de dos cosas. Una, evitar el histórico lastre periodístico de la repetición literal de filtraciones: “Lo clave era reportear la filtración”. Y dos, dar armonía al caos de documentos.
Tiempo atrás, había preguntado a Irving Huerta, compañero en Aristegui Noticias y estudiante del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), quién era el mejor alumno de esa escuela en bases de datos, matemáticas y estadística. La respuesta: Sebastián Barragán, joven reportero que en esos días hacía notas web para El Universal. Aristegui lo contrató y se volvió el organizador de la materia prima con la que ella, Daniel, Irving y Rafael Cabrera procederían a la arquitectura informativa. Le enviaban a él los documentos, Sebastián armaba una base de datos cronológica y otra temática mediante el sistema Stata (Data Analysis and Statistical Software) y las pasaba a los reporteros. “Todo en Excel porque es la única forma en que yo lo entiendo: soy muy analógico —se carcajea—. Ya que lo teníamos claro decíamos: ¿cómo reporteamos?”. Y para reportear había que acceder a un mundo desconocido rebosante de tecnicismos: offshore company, paraíso fiscal, economía sumergida, empresa fantasma. Se informaron en portales web y acudieron al CIDE. “Sin decir qué estábamos haciendo, era: profe, ¿qué es un offshore? Si quiero hacer uno, ¿qué hago? Nos empapamos e incluso entendimos que no necesariamente es un delito invertir en un paraíso fiscal”.
Reportear filtraciones que destapaban movimientos financieros en países de los que poco o nada sabían supuso leer. “Si (los documentos) te dicen que Hinojosa tiene empresas en Isla Nieves, teníamos que saber: ¿dónde está la isla?, ¿a quién pertenece?, ¿por qué tiene el dinero ahí?, ¿que le garantiza a él la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) en esa isla como empresario? Así, la historia se fue vistiendo”.
El equipo le presentó los primeros resultados a Aristegui: “Es dura cuando verifica el blindaje de una investigación. Cuestiona: ¿por qué?, ¿estás seguro?, ¿cómo comprobamos que A se relaciona con B?, ¿cómo escondió el dinero?, ¿cómo sostenerlo?”.
Daniel también acudió a los recursos de la transparencia mexicana. Abrió la investigación que Virgilio Andrade, secretario de la Función Pública, había coordinado y colgado en internet sobre la actuación de Hinojosa en el caso de la Casa Blanca. Y entonces Daniel preparó dos cronologías: cómo el empresario tamaulipeco movió el dinero en el extranjero y el modo en que se desarrolló la investigación oficial; entre ambas buscó coincidencias, lo que Daniel llama “andamiaje de líneas de tiempo”. “Cuando al representante legal de Hinojosa (Arturo Reyes) le notifican en Toluca que (su cliente) está siendo investigado (por el gobierno mexicano), un día después manda un correo a Mossack Fonseca y les dice: nos urge que saquen el dinero de las cuentas de Estados Unidos porque estamos bajo mucha presión”.
Es decir, los primeros días de julio de 2015, cuando la Secretaría de la Función Pública pidió además a Hinojosa entregar los archivos de la Casa Blanca, el empresario exigió a Mossack Fonseca, a través de terceros, apresurar la transferencia de sus recursos para protegerlos.
—¿Y qué otras cosas fueron descubriendo?
—Que (su estructura financiera) es una cebolla, y que todos (los empresarios) lo hacen así, con más o menos complejidad. Quitas la primer capa, la segunda, vas a la tercera y las empresas y nombres que quitaste reaparecen vinculados a nuevas empresas. Se van cubriendo las espaldas: como los dueños de sus empresas aparecen abogados, intermediarios o, como ocurrió con Juan Armando (Hinojosa), los directores de Mossack Fonseca en cada país.
—¿Y lo piden así: quiero esconder mi dinero?
—Bufetes de abogados o despachos fiscales son los que contactan a Mossack Fonseca. En México hay corruptos profesionales: tienen mucho cuidado de no establecer un vínculo directo con Mossack Fonseca.
¿Y cuál es la pregunta reiterada de esos intermediarios que sirven a los poderosos y contactan al despacho panameño? “Tengo un cliente interesado en…”, explica Lizárraga: a) guardar dinero, b) comprar una empresa, c) invertir.
Los cuatro reporteros le presentaron los resultados de la investigación a Aristegui: Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, había usado empresas fachada para comprar arte y controlar un barco con bandera de Islas Caimán. Alfonso de Angoitia, vicepresidente de Televisa, usaba paraísos fiscales para hacer negocios. Y Juan Armando Hinojosa había “lavado” dinero en paraísos fiscales e incluso más: podía ser el prestanombres de Peña. La periodista terminó de oír la explicación de sus reporteros.
“Puede ser la peor enemiga de nosotros: cuestiona cada cosa y eso es garantía para la investigación. Carmen, y es una practica desde la radio, se asume como una fiscal aquí dentro: ¿y esto por qué?, ¿por qué?, ¿por qué? Una de dos: no lo estás explicando o no lo tienes probado”.
Concluida la revisión de pruebas, ella se negó a publicar la acusación como se la estaban formulando, aclara Daniel: “(Nos dijo que) no podíamos decir que Juan Armando (Hinojosa) lavara dinero: no teníamos las pruebas, ni podíamos afirmar que fuera el prestanombres del presidente hasta no probarlo. Y como dice (el periodista argentino) Daniel Santoro: hay que comprobar todo. Si tu madre te dice que te ama, verifícalo”.
En la opinión de Aristegui su equipo no había comprobado la hipótesis central, que Hinojosa lavaba dinero. En cambio, sí había confirmado la hipótesis secundaria: escondió dinero en paraísos fiscales. Había hecho saltar 100 millones de dólares en siete países a través de empresas offshore,y sus prestanombres eran su madre y su suegra.
“El constructor de la Casa Blanca de EPN ocultó una fortuna en paraísos fiscales”, fue como la noticia se publicó en el portal el 3 de abril pasado.
“Las hipótesis secundarias —dice Lizárraga— están fincadas en lo que los periodistas colombianos (de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano) llaman ‘lo mínimo publicable’. Yo quería demostrar que lavó dinero. Esa era mi hipótesis (central). Pero si no llego a demostrar eso, ¿qué sí pude demostrar, qué sí puedo publicar, qué sí me consta?: que usó paraísos fiscales para esconder dinero. La hipótesis secundaria se volvió la historia principal”.
Había llegado el momento de narrar: “La gran virtud de Carmen: traducir eso en un lenguaje sencillo para la gente. De la Casa Blanca —recuerda— hicimos 17 versiones”. Y agrega: “La clave es la narrativa, y no para que (la noticia) sea elegante o se cuente bonito, sino para que le digas al ciudadano en qué le afecta lo que descubriste, por qué le debe importar que Hinojosa tenga ese dinero, por qué le tiene que importar el negocio oculto de las farmacéuticas, por qué le tiene que importar que Slim se haya apoderado de todas las películas del Cine de Oro mexicano a través de paraísos fiscales”.
—¿Cómo reacciona Carmen ante lo que publican?
—Carmen es como una hormiguita (se ríe): todo el tiempo corriendo, trabajando, brincando. De repente se pone feliz como nosotros cuando descubrimos algo: el orgasmo de la revelación. Pero después es “vamos, a lo que sigue”.
Daniel está agotado. Fuera del cubículo su gente sigue tecleando sin decir palabra: el mundo entero está en sus pantallas. Sólo se percibe el ventilador.
—¿Los han buscado los afectados por la publicación?
—No. Buscamos (a los aludidos) antes de publicar: a Ricardo Salinas Pliego le mandamos un cuestionario y nos contestó que no iba a responder al periodismo amarillista de Carmen Aristegui. El burro hablando de orejas. El amarillo hablando de colores chillantes, je. De Angoitia respondió que fue para comprar un departamento y para su club de buceo. ¿Quién en sus cinco sentidos utiliza una estructura donde nunca aparece su nombre y paraísos fiscales para comprar un departamento? El señor tiene tanto dinero que dice: “Me paro en Bahamas y compro. No recurro a Mossack Fonseca para comprar una empresa y que esta se alíe con otra de mis empresas en Canadá para registrarla a Bahamas, pero cuyos directores están en Islas Vírgenes Británicas”.
—¿Del proceso que vivió tu equipo en Panama Papers, qué te sorprendió más?
—Descubrir la cloaca del sistema financiero internacional, el drenaje de los poderosos. Por arriba hacen negocios, compiten en la Bolsa Mexicana de Valores, ahorran, ayudan a “combatir” la pobreza, pero tienen su cañería a la que avientan su porquería. Sin esta filtración no había manera de acceder a esa información. El sistema financiero global los protege.
Le pido un ejemplo y lo da: “El comunicado del otro día del SAT (Sistema de Administración Tributaria) es una belleza”.
El otro día es el 3 de abril: horas después de las revelaciones, esa institución emitió un boletín que aclaraba: “el 29 de octubre de 2014, México y 50 países más firmaron en la ciudad de Berlín, Alemania, el Acuerdo Multilateral de Autoridad Competente, en el marco de la 7ª Reunión Plenaria del Foro Global de Transparencia e Intercambio de Información en Materia Fiscal organizado por la OCDE. Dicho acuerdo —que entrará en vigor a partir de 2017— permitirá el intercambio automático de información, mediante reportes estandarizados de las inversiones, transferencias y cuentas financieras que tengan los mexicanos y sus empresas en más de 80 países, entre ellos, los que hoy se citan como paraísos fiscales”.
“¡Dos mil diecisiete!”, exclama Lizárraga. Sólo hasta ese año el gobierno México podrá pedir información a los paraísos fiscales sobre sus nacionales.
“¿Cuántos meses tienen para borrar pruebas?”, pregunta. Son 36. “Ahorita (como empresario) llamo a Mossack Fonseca: ‘destruye todo’, y se acabó. El día que (las autoridades) pidan algo (la respuesta será): ‘no hay nada’. Aquí opera el sistema financiero internacional”, explica.
REPORTEAR LA FILTRACIÓN
La Unidad de Investigaciones Especialesde Aristegui Noticias calcula que Panama Papers les dejó material para hacer revelaciones durante meses. Apenas la semana pasada, en un trabajo conjunto con el diario holandés Trouw, hicieron público que Carlos “Slim compró parte del tesoro cinematográfico de México, en operación manchada por evasión de impuestos”: para la transacción, Mossack Fonseca creó fideicomisos en los paraísos fiscales de Nueva Zelanda, Holanda e Islas Vírgenes Británicas.
“Las estructuras más complejas no las tienen políticos que buscaron a Mossack Fonseca para tener cuentas en paraísos fiscales. Lo más complicado es desenmarañar los negocios de la iniciativa privada”. Su blanco serán los empresarios: “El reto es exponer estos negocios. Hay muchas empresas metidas con estructuras muy complejas. Son corruptos, no tontos”, se ríe.
—¿Te gusta observar todo lo que provoca tu trabajo?
—No. Me gusta volar a ras de piso. Trabajé en Proceso y tuve la fortuna de ver a don Julio (Scherer): saludaba hasta al que barría, platicaba con el primer auxiliar de cómo le había ido a los Yanquis, su pasión. Pararte en un ladrillo y marearte después de ver el ejemplo de don Julio me parece más que absurdo.
—En México las investigaciones periodísticas indignan sin mover el statu quo…
—Nuestro papel es informar. No podemos hacerla de jueces para destituir; tenemos que escribir para que la gente tome las mejores decisiones.
—Adelántame algo de lo que viene.
—Reconstruir historias de políticos o empresarios, descubrir lo que no se sabe. Descubrir si evaden impuestos es muy complicado porque es información reservada, pero sí podemos decir qué le pedían a Mossack Fonseca.
México es un país donde las filtraciones a periodistas son aún constantes. “La gente con negocios ilícitos o corrupta no empezó ayer: tienen una carrera larga, son especialistas en robar y han machucado a muchos. Nunca falta al que le robaron un coche, al que le dieron un cheque falso. Te manda un tuit, te da un tip. Yo les digo ‘los afectados de clóset’ que te dicen ‘yo tengo algo’”.
—¿El periodismo mexicano es aún muy dependiente de la filtración?
—Panama Papers sirvió para dimensionar las filtraciones, arroparlas y reportearlas. No puedes transcribirlas. En la manera en que hagas esa chamba con la filtración generarás más impacto. La lección que esto nos deja es: ¿qué le puede aportar tu equipo de reporteros a la filtración?
—Salvo Reforma y La Jornada, los diarios mexicanos apenas destacaron en sus portadas Panama Papers. ¿Te duele?
—Sí, pero también me da gusto ver que, aunque a fuerza, se abren. Esta oleada, la estrategia de publicar todos al mismo tiempo, es tan fuerte que es muy complicado para los periódicos serios mantenerse al margen. En México los medios han sido bastante mezquinos: si en Reforma llegabas y decías ‘Traigo esta información’, te decían ‘Ya lo publicó El Universal,no es mi asunto’. Y en El Universal decían lo mismo. Eso poco a poco ha cambiado. Hace rato leí un tuit que decía: el tiempo de la exclusiva se agota.
—¿Este suceso marcará un patrón para hacer periodismo global?
—Cada vez es más fuerte. Lo hicimos con la Casa Blanca, pero yo no inventé nada: con Swiss Leaks y ChinaLeaks el consorcio ya lo había hecho e incorporé esa práctica a México. Pero podría afectarnos promover un trabajo de este tamaño, una revelación nacional, sin las cosas amarradas, documentadas y sin rigor periodístico. Entonces sí vamos a naufragar, nos van a cuestionar durísimo.
—¿Tienes tiempo para vivir?
—Te malacostumbras y al paso de los años te vuelves inútil. Si dijera “voy a hacer otra cosa”, ¿qué hago? Lavar ropa no sé, hacer tortas puede ser, cantar en el metro lo descarto porque tengo muy mala voz. Tienes que vivir de esto y te apasiona: hemos dormido muy poco, a veces nos sabemos ni qué día es. Estamos acuartelados aquí desde el fin de semana, vamos a dormir y regresamos. (El reportero) Sebastián (Barragán) venía corriendo hacia acá el día que iban a estallar las cosas, se cayó y se jodió un pie. Anda con muletas.
—En una entrevista dijiste: con lo que gano me cuesta sobrevivir. ¿Eso sigue?
—Sí.
—Pero seguirás en esto…
—Hasta que el cuerpo aguante, je.
Daniel Lizárraga sale de su oficina, lo agobia el calor, da instrucciones a un reportero, lee documentos, observa una computadora, apunta algo, se acomoda los lentes.
Cae la noche, pero él sigue: el drenaje de los poderosos no da tregua.