LOS PROGRAMAS DE AYUDA a las comunidades
de escasos recursos que la Secretaría
de Desarrollo Social ha implementado en
México a lo largo de decenas de años han
dejado de funcionar o son insuficientes;
consecuentemente, la pobreza en el país no
ha disminuido. Incluso puede afirmarse que
México está en los mismos niveles de hace 25
años y que las comunidades que eran consideradas
pobres en esos tiempos lo siguen
siendo hoy.
de México no se halla en entregar
una despensa semanal —o un poco de dinero—
a una familia. Tal “ayuda” no la hará
salir de la pobreza y ascender a la clase
media. Por el contrario, la meta de dichos
programas debería ser que las comunidades
logren —en algún momento— dejar de
depender de ellos para sobrevivir.
en demografía por la Universidad de Chicago
y compilador del libro Prioridades de
investigación sobre pobreza y desarrollo
territorial (2014 México: EGAP-Tecnológico de
Monterrey), ha presentado recientemente un
proyecto llamado “Opciones de vida para comunidades vulnerables”, con el que pretende
mejorar el desarrollo de las comunidades rurales
con bajos niveles de productividad agrí-
cola haciendo uso de la ciencia y la tecnología.
han mostrado que las estrategias de
combate a la pobreza no están funcionando”,
cuenta Brambila, quien labora en la EGAP
Gobierno y Política del Tecnológico de Monterrey
Campus Ciudad de México. “La pobreza
continúa siendo crónica y hay que buscar
alternativas, estrategias políticas diferentes
que permitan desarrollar las capacidades
productivas de las comunidades más pobres”.
de estudiantes y maestros del Tecnológico
de Monterrey se pusieron a trabajar en el
diseño de un programa de largo impacto que
pudiera hacer autosostenibles las comunidades.
Paradójicamente, el primer obstáculo
que enfrentaron fue poder acceder a las comunidades
a las que pretendían ayudar y ser
escuchados.
tenemos que entrar a través de las autoridades
locales: a veces están las autoridades
municipales, o los cabildos bien organizados,
en otros casos son usos y costumbres. Primero
tenemos que hablar con las autoridades e
instituciones que gobiernan las comunidades,
después con las comunidades mismas”, detalla
Brambilla.
estudiantes de maestría y doctorado, junto
con investigadores, deben pasar un largo
periodo en las comunidades. “Sólo a través de
esa relación estrecha se establece un vínculo
de confianza para que nos permitan trabajar
conjuntamente con ellos”, explica.
ESTRUCTURALES
México existen 11.4 millones de personas
viviendo en situación de pobreza extrema,
y 55.3 millones, en pobreza moderada; una
gran parte de estas personas viven en comunidades
de menos de 2000 habitantes. Por
ello, Brambila y su equipo trabajan con comunidades
de 2500 y 3000 habitantes que estén
vinculadas o sean cercanas a otras, puesto que
de ese modo la población beneficiada se va
extendiendo paulatinamente a través del comercio. De esta manera no sólo ayudan a una
comunidad, sino también a las que sostienen
algún tipo de intercambio con la primera.
activos 18 programas e institutos de ayuda
social, entre los que destacan Prospera y el
Imjuve. Para Brambila, empero, el principal
problema de estos programas sociales radica
en que “buscan impulsar proyectos especí-
ficos (algún cultivo o tipo de ganado), pero
como sólo impulsan un producto, el impacto
es débil. Lo que se necesita son cadenas productoras.
Se requieren intervenciones muy
vigorosas, fuertes y organizadas lideradas por
grupos que impulsen los proyectos productivos
de una manera sostenida y constante”.
Prospera, pareciera que la Sedesol intenta
modernizar sus políticas desde hace años,
pero se necesitan cambios estructurales más
efectivos. Cambios que permitan que las comunidades
no dependan del dinero que les
entregan las instituciones y que apenas les
alcanza para sobrevivir al borde de la línea
entre la pobreza extrema y la pobreza.
suelen leerse como una solución lenta a un
problema que es una bomba de tiempo en
un país en el que el 46.2 por ciento de la
población vive en estado de pobreza, pero la
realidad es que no lo es. “Depende qué tan
efectivos sean los programas y las actividades
que se hacen en cada comunidad, pero pensando
en un periodo de incorporación y tecnologías,
el impacto puede ser relativamente
rápido, seis meses, menos de un año, y las
comunidades ya pueden estar produciendo”,
dice, seguro de que así es como se transformará
México.
este proyecto es el que se realizó en Ahuatlán,
Puebla, una comunidad que presentaba un
alto grado de marginalidad debido al abandono
de la agricultura. Con la llegada del
equipo de Brambila se encontraron diferentes
variedades de especies vegetales que podían
ser explotadas de una manera sostenible
gracias a un vehículo que cuenta con dos
plantas de procesamiento de alimentos: una
para productos derivados del cacahuate y otra
de frutas.
trabajó en analizar las posibilidades de cultivarla,
procesarla y comercializarla”, narra
Brambila.
densidad de población del municipio, pero
no sólo de los habitantes actuales: también
de aquellos que emigraron a Estados Unidos
y hoy envían dinero a sus familias. De ahí se
hizo extensivo a toda la región.
del proyecto de Brambila, hoy en la
región de Ahuatlán se produce, procesa y
comercializa pitaya, y la comunidad ha experimentado
un cambio notable en cuanto
a su calidad de vida. Algo que no ocurrió
con Progresa, Oportunidades o Prospera, los
bienintencionados programas con los que el
gobierno de México intenta infructuosamente
acabar con la pobreza.