Regina Orozco es una mujer que se nota, no sólo por ser “grandota” como ella misma se califica, sino por la luz que irradia, la risa fácil, la calidez y la chispa que le brilla en los ojos y que la lleva a estar en todo, no sabe si por “curiosa o más bien metiche”, pero así esta diva, que desafía los estereotipos de la belleza tradicional y de la industria, canta, baila y actúa en proyectos comerciales o independientes y en todos se revela su autenticidad y su particular talento.Luego de hacer ópera, pop, música alternativa, teatro, cabaret, cine y televisión, uno creería que pocas cosas nuevas le faltan por intentar a esta cabaretera, pero el Megabizcocho, como también la conocen, aparentemente está en reinvención constante.
—¿Cuándo fue la última vez que te sentiste el Megabizcocho?
–Hace ratito, en las fotos (risas). Antes creo que tenía el personaje como algo más grotesco y ahorita estoy encontrándole un amor a base de ejercicio y de decirle diario a mi cuerpo: te quiero. Dar gracias por ese gordito que a lo mejor funcionó de defensa. Ahorita me siento un megabizcocho en la búsqueda de ese amor. ¡Ya me estoy enamorando de mí!
—¿Cuándo fue la última vez que sentiste que te reinventaste por completo?
—Fue justamente en la obra en la que estoy trabajando, Annie el musical. Le tenía mucho miedo al personaje (la señorita Hannigan). Me empezó a remover cosas y yo no podía fluir. Y es un personaje muy querido desde que existe y muy deseado por muchas actrices, porque aunque es la mala, también tiene una parte conmovedora. Pero luego entendí que el público se reía mucho del personaje porque todos los seres humanos tenemos estas partes oscuras en cierto grado: necesitamos amor, que nos entiendan, todos tenemos a veces un hoyo de soledad. Ya casi cumplo las 100 representaciones y yo nunca había tenido la rutina de un personaje y eso ha sido un detonante para ahondar en las sutilezas y en el entendimiento.
Regina es intensa. Disfruta las emociones, le encanta reírse mucho, pero también disfruta el llanto. “A todos nos dicen no llores, pero yo sí digo llórale”. Quizá por eso entre sus nuevos proyectos está lanzar su disco Canciones para…, la secuela de Canciones pa’ lavar trastes, un álbum que da rienda suelta a la locura de atravesar por el desamor y el corazón roto. “Como cabaretera, como artista independiente, yo puedo contribuir e incluir las emociones de nuestra vida, y como que ayudas a transformar”.
FOTO: LUZ MONTERO
—¿Cuándo fue la última vez que usaste el humor como un recurso para explicar los problemas que ves en México?
—En mi juventud pensaba que la rebeldía era un camino y que el cabaret era una crítica cruda a la gente. Luego entendí que la crítica tiene que venir de uno, de las debilidades humanas, no específicamente hacia ciertos políticos. Creo que todos compartimos eso —las debilidades— y es mucho más sano (hacer crítica) a través del entendimiento de lo que está ocurriendo, a través de la inclusión, porque si generalizamos que todos los políticos son unos desgraciados, no llegamos a algo, entra por un lado y sale por el otro. Siempre van a existir personajes que no tienen el entendimiento de lo que es la ética y el respeto, pero yo quiero usar el humor para voltearte a ver a ti mismo y qué tanto estamos haciendo y pensar si contribuimos a la corrupción de cierta manera.
—Tú eres una mujer que le ha dado voz a muchas causas, ¿cuáles son las que te han indignado últimamente?
—Me indigno mucho con el maltrato animal, de los seres que no pueden defenderse, con el maltrato infantil; el maltrato a la mujer me indigna, pero creo que hay más ayuda para que una mujer adulta se haga responsable, aunque no en todas las comunidades. Pero ante el maltrato infantil no hay manera de salir de ahí, porque son seres que apenas se están abriendo a la vida, y los animales no tienen voz.
—¿Qué es lo último que te ha sorprendido y que has disfrutado de México?
—Pues la última taza de café chiapaneco que tomé esta mañana, el último mezcalito que me eché hace unos días, la última vez que fui al mercado, que vi los colores; la música siempre, el arte de México, pero pues más bien es la gente lo que es increíble.
FOTO: LUZ MONTERO