Hay un denominador común en varias de las cintas nominadas
al Óscar este año: se trata de historias basadas en hechos reales. Desde ‘El
renacido’ (The revenant), la cinta del mexicano Alejandro González Iñárritu,
basada en el personaje de Hugh Glass, un cazador que a finales del siglo XIX
resultó seriamente herido por el ataque de un oso grizzly, hasta otras dos a
las que dedicaré las siguientes líneas.
La primera es la magnífica ‘En primera plana’ (Spotlight,
director Tom McCarthy). La película abre en Boston; el año: 1976. En una estación
de policía, dos oficiales hablan del arresto de un sacerdote por abuso de
menores. “El obispo está allá atrás, hablando con la familia”, confía uno de
ellos a un nervioso abogado que llega para asistir al acusado, aunque se
tranquiliza con la noticia de que impidieron la entrada a reporteros.
El obispo en cuestión le asegura a la madre del niño
abusado que el padre Geoghan, quien es señalado como responsable, ya no estará
más en esa iglesia. Minutos después, los sacerdotes salen, abordan un automóvil
y se van. Han sido exonerados y están libres de culpas.
El prólogo plantea de manera fría, contundente y eficaz de
qué va la historia: los crímenes de la Iglesia son encubiertos por la ley, y la
prensa prefiere ignorar los hechos, aunque no todos los medios. En julio de
2001, Marty Baron (interpretado por Liev Schreiber), el nuevo editor del Boston
Globe, le pide a Spotlight, un equipo de reporteros de investigaciones
especiales, que vayan a fondo.
Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams), Mike Rezendes (Mark Ruffalo)
y Matt Carroll (Brian d’Arcy James) son los reporteros que integran ese grupo
comandado por Walter Robinson (Michael Keaton).
No le cuento más. Vale mucho la pena que la vea por una
razón fundamental: la mayoría de las películas sobre reporteros hacen ver al
periodismo como una religión. Los reporteros son personajes solitarios o
marginales que fuman y beben mucho para soportar la presión de su trabajo. Aquí
no, y es este uno de sus principales aciertos.
El personaje central de la cinta es la trama misma, no
quienes la ejecutan. En todo caso, se les debe reconocer su perseverancia y
honestidad, requisitos indispensables de todo aquel dedicado a este oficio. No
son héroes, ni buscan la fama o un premio. Se trata de personas “normales” a
quienes su profesionalismo los hace “excepcionales”.
McCarthy atrapa y nos da una lección de buen periodismo en
todas sus etapas: recolección de datos, entrevistas con las víctimas, el
contraste de las fuentes, la captura de la información y horas de redacción.
Así es (corrijo: así debía ser) el periodismo de
investigación. La pasión del reportero por la nota, pero sin que ciegue la
razón. La buena dirección de un jefe de información o editor que dé el tiempo
suficiente para que el texto madure y que evite apresuramientos que terminen
descarrilándolo.
Marty Baron, por ejemplo, tiene la cabeza fría para
enfrentar a la Iglesia y sabe que las acusaciones no deben dirigirse contra los
individuos, sino contra la institución. No le interesa sólo señalar los nombres
de los curas implicados en los abusos, sino a la Iglesia. Sabe que siempre será
preferible luchar contra aquello que genera y oculta el mal que contra el mal
mismo.
“Se requiere a un pueblo entero para criar a un niño, pero
también para abusar de él”, le dice Mitchell Garabedian (Stanley Tucci), el
abogado de las víctimas, al apasionado
Mike Rezendes. Frase que le da la razón a Baron.
Por todo ello, esta película se convierte en ejemplo a
seguir y en una muestra del periodismo que deberíamos hacer. Se trata de un
elogio a la prensa minuciosa y un antídoto contra el periodismo exprés al que sólo
le importan los likes y los clic, por desgracia, algo que abunda en la era de
las redes sociales.
La serie de artículos fue premiada con un Pulitzer. ‘En
primera plana’ tiene seis nominaciones al Óscar incluidas mejor director, mejor
película, mejor actor de reparto, mejor actriz de reparto, mejor guión original
y mejor montaje. Ojalá gane varios de ellos. Los merece.
LA CRISIS DEL FIN DEL MUNDO
La otra cinta en la que me quiero detener es “La gran
apuesta” (The big short, Adam McKay), que desmenuza las causas y
consecuencias de la crisis hipotecaria en Estados Unidos que, a su vez,
arrastró al borde del colapso a la economía global en 2008.
Un grupo de especuladores (no se les puede llamar de otra
forma) avizoró el problema, apostó contra el sistema y ganó una fortuna,
mientras millones perdían el hogar y el trabajo.
Michael Burry, interpretado por Christian Bale, fundador
de la firma Scion Capital LLC, es el primero en darse cuenta del desastre
próximo. Ryan Gosling da vida a un empleado de Deutsche Bank, quien se
aprovecha de la catástrofe para vender swaps a partir de fondos “tóxicos”
creados por las hipotecas en moratoria. Mientras, Mark Baum (Steve Carell) es
un inversionista neurótico que quiere vengarse de un gobierno negligente y de
un sistema transa que terminará jugando bajo sus reglas.
Si usted, amigo lector, tiene la posibilidad de disfrutar
esta cinta, seguro pensará: “Esa película ya la vi”. Y así es: por momentos
pareciera que vemos en la pantalla la reproducción de las múltiples crisis que
hemos padecido.
A la versión nacional le podríamos poner como título “El
error de diciembre”, protagonizada por inversionistas avaros que sacaron sus
capitales ante la abrupta devaluación del peso, previo aviso de funcionarios
del gobierno.
La moraleja, del filme y de la vida real, es tristemente
la misma: los gobiernos (de Estados Unidos y de México) rescatarán el sistema
financiero a costa de los impuestos de los contribuyentes. Sí, de los mismos
que se quedaron sin empleo y sin vivienda. Aquí y allá es lo mismo.
De cualquier forma, ver esta cinta sí es una gran apuesta.
UN PÁLIDO ÓSCAR
Un hecho tan real como las tramas de estas cintas es la
protesta que surgió a las pocas horas de conocerse la lista de nominados a los Óscar
y que se expresó mediante el hashtag #OscarsSoWhite (Óscar tan blancos).
Así manifestaron su descontento por la falta de diversidad
racial entre los candidatos a los premios de la Academia en su 88 edición. Y es
que, por segundo año consecutivo, los veinte nominados en las categorías de
actrices y actores, en rol principal o secundario, recayeron en intérpretes
blancos de ascendencia europea, algo que sólo había ocurrido en 1998 y 2014.
El director Spike Lee y Jada Pinkett Smith, esposa del
actor Will Smith, anunciaron que no acudirán a la ceremonia de entrega de los
galardones, este 28 de febrero, y promueven que más artistas se sumen al
boicot.
El hecho no debería causar sorpresa si se tiene en cuenta
que la mayoría de los miembros de la Academia de Artes y Ciencias
Cinematográficas de Hollywood son hombres caucásicos.
En un estudio publicado en The Angeles Times se advertía
que el 94 por ciento de los miembros de la Academia de Hollywood con derecho a
voto son blancos, y de ellos, un 77 por ciento son hombres. Apenas un 2 por
ciento de los votantes son de raza negra y otra cantidad similar, latinos.
Por lo pronto, entre tramas inspiradas en hechos reales y
actos de racismo dignos de una película de ficción, confieso que el cine es una
de mis más grandes pasiones: una ventana para acercarnos al mundo, para conocer
lugares lejanos y sitios inimaginables. Pero también es una industria llena de
frivolidad.
Para concluir, una recomendación: no se pierda por ningún
motivo “Beasts of No Nation”, del director Cary Fukunaga. Se trata de
la primera película producida por Netflix que retrata con crudeza el
entrenamiento de un niño soldado en un país indeterminado de África, marcado
por los conflictos armados y la escasez de recursos.
Y disfrute, goce, llore y angústiese con este retrato del
mundo a 24 cuadros por segundo, para al final preguntarnos: “Y a mi qué me
importa o quizá, ¿yo que estoy haciendo para mejorar ese retrato?”