En el invierno de 2008, la columna de bienes raíces deLos Angeles Timeshizo un perfil de Porter Ranch, una plácida colección de subdivisiones en el valle de San Fernando, en el límite norte de Los Ángeles. El barrio está “embellecido con exuberantes parques”, proclamaba la columnaNeighborly Advice, y “atrae residentes que buscan refugiarse del bullicio urbano”.
Hasta hace muy poco, habrías tenido que investigar mucho en internet para descubrir que Porter Ranch, hogar de 30 000 personas, no es el paraíso prístino y casi rural que prometían sus desarrolladores y promotores. Las colinas que enmarcan sus paisajes salidos de Instagram también acunan la Instalación de Almacenamiento de Aliso Canyon, donde la Compañía de Gas del Sur de California (SoCalGas) transformó pozos petrolíferos muertos en un almacén subterráneo con capacidad para albergar 80 000 millones de pies cúbicos de gas natural. El 23 de octubre, los trabajadores descubrieron que el revestimiento de 18 centímetros en uno de los pozos se había fracturado, y que el pozo había estado filtrando metano, continuamente, a la atmósfera, a una velocidad de 60 000 kilogramos por hora (el ritmo de pérdida ha disminuido desde entonces). Un medidor del sitio web del Fondo para Defensa Ambiental calcula que, al momento de esta edición, la pérdida total excedía 79 000 toneladas métricas de metano despedidas al aire sobre la ciudad de Los Ángeles.
El metano (CH4) captura 85 veces más radiación de calor que el dióxido de carbono, si se comparan los dos gases en un periodo de veinte años, lo que le convierte en un factor mucho más poderoso para el cambio climático. Según el Fondo para Defensa Ambiental, la filtración de metano de Porter Ranch a mediados de diciembre fue equivalente a las emisiones de seis plantas generadoras operadas con carbono o siete millones de autos nuevos. Pese a su imagen verde, California sólo es superada por Texas en su contribución a la huella de carbono de Estados Unidos, y se cree que la fuga de Porter Ranch añade 25 por ciento a la emisión diaria de metano del estado.
En cuanto a la mentada serenidad de Porter Ranch, eso también desapareció. El metano no es un asesino de la categoría del dióxido de carbono, mas puede causar varias enfermedades crónicas, además de hemorragias nasales, cefalea, vómito y erupciones cutáneas. Un compuesto azufroso llamado mercaptano se adiciona rutinariamente al metano para alertar de fugas a los usuarios domésticos, porque el metano es incoloro e inodoro, mientras que el mercaptano es tan pestilente que no tienes más remedio que prestarle atención. Vivir en el efluvio de metano ha sido una experiencia descrita de muchas maneras, de apenas desagradable hasta insoportable. Miles de familias han tenido que marcharse y pasar sus vacaciones invernales en hoteles o casas de alquiler (SoCalGas corre con los gastos). Nadie sabe cuándo podrán regresar, porque SoCalGas no sabe cuándo podrán sellar la fuga. Podría ser a fines de febrero, podría ser a fines de marzo.
“No somos refugiados que viven en tiendas de campaña”, dice Matt Pakucko, reconociendo la relativa holgura de su comunidad. “Pero esto no debió ocurrir”. Agrega que SoCalGas y funcionarios públicos los han convertido a él y sus vecinos en “conejillos de Indias”, y plantea una interrogante que debe estar atormentando a muchos otros: ¿Qué más está pasando en esa colina?
BOOTS & COOTS
Porter Ranch comenzó a figurar en los titulares con cierta frecuencia justo cuando los líderes mundiales se reunían en París para una conferencia climática señera, a fines de noviembre. Desde entonces, el sentimiento de crisis se ha profundizado. Dos escuelas han cerrado. Los negocios sufren porque los residentes se marchan: unas 2500 familias se han reubicado y otras 1800 están por partir. El 5 de diciembre, Jerry Brown, gobernador de California, declaró un estado de emergencia.
Pero el gas es indiferente a las declaraciones, y la fuga del pozo llamado SS-25 parece particularmente incontenible. SoCalGas llamó a los expertos de Boots & Coots Services, subsidiaria de Halliburton considerada la mejor del mundo para cerrar pozos, pero no pudieron con este. Por ahora, la mejor solución es perforar un pozo de desahogo en la caverna de arenisca de 2650 metros de profundidad donde está contendido el gas, y luego usar cemento para sellar SS-25. Esto demorará, por lo menos, dos meses.
A mediados de diciembre, las negociaciones de París concluyeron con un acuerdo que instaría —aunque no obligaría— a los grandes contaminadores, como Estados Unidos y China, a contener radicalmente sus emisiones de invernadero. “Lo que hayan acordado en París no es suficiente”, dijo Brown antes de dirigirse a la cumbre. El gobernador hizo el ambicioso compromiso de que, para 2030, reduciría las emisiones de invernadero de California en 40 por ciento respecto de los niveles de 1990, cosa que sólo logrará si acaba con la dependencia del carbón en el estado.
Pero la fuga de metano en Porter Ranch es una prueba más de nuestra compleja relación con los combustibles fósiles. El gas natural almacenado en Aliso Canyon fluye a los hogares de unos 20 millones de usuarios en la zona conurbada de Los Ángeles. Así que, mientras pensamos en granjas eólicas y arreglos solares, seguimos casados con una infraestructura anticuada que nos permite hacer lo que hemos hecho durante siglos: producir energía quemando carbón.
UN INCENDIO QUE DURÓ SEIS DÍAS
La fuga de SS-25 no es el primer accidente de Aliso Canyon. En 1968, una explosión en un pozo provocó un incendio que duró seis días, y en 1975 se registró otro incendio. Claro que, entonces, no existía Porter Ranch. El destino que más temen los residentes es el que alcanzó a Hutchinson, Kansas, en 2001. El metano que se filtró de una caverna subterránea causó una explosión que mató dos personas y obligó a evacuar muchos residentes. “En este caso, el material inyectado hizo todo lo que los científicos suelen describir como imposible”, informóProPublicaen un artículo reciente. “Migró una gran distancia, viajó a la superficie a través de la roca, llegó al aire libre y, entonces, estalló”.
Aliso Canyon es la quinta instalación para almacenamiento de gas más grande de Estados Unidos. Según la Administración para Información de Energía, hay 400 depósitos subterráneos de gas natural en todo el país, localizadas en yacimientos agotados de petróleo y gas natural, acuíferos y cavernas de sal. Muchos de ellos están concentrados en el medio oeste, así como a lo largo del Golfo de México, y el gobierno federal ha delegado la supervisión de las instalaciones subterráneas a los estados. En Luisiana, una caverna de sal de la comunidad Bayou Corne colapsó, creando un sumidero gigante que liberó metano.
El almacenamiento subterráneo es “una parte absolutamente crítica para la infraestructura de gas de este país”, dice Sally Benson, quien opera un laboratorio de almacenamiento de energía en la Universidad de Stanford. Explica que, al permitir que las compañías de servicios públicos mantengan reservas de gas enormes, esas instalaciones subterráneas compensan “el desequilibrio entre la oferta y la demanda” en los mercados de energía.
“Y funciona muy bien, la mayor parte del tiempo”, añade Benson, acerca de la tecnología que permite inyectar y extraer gas de las cámaras del subsuelo. No obstante, comparte la inquietud de muchos en Porter Ranch, quienes deben contender con la realidad de la fuga: una columna de gas que puede incendiarse de cualquier manera. “Tienen mucha suerte de que esta no se haya encendido”, reconoce. “Más vale que la detengan cuanto antes”.
La Administración Federal de Aviación ha impuesto una zona de no vuelo en Porter Ranch, “por el temor de que los vapores del gas fugado puedan inflamarse en el aire”. Rodger Schwecke, vicepresidente de SoCalGas que encabeza los esfuerzos de recuperación en Porter Ranch, informa que los obreros que se encuentran cerca del pozo de desahogo están tomando todas las medidas, desde no usar sus teléfonos celulares hasta trabajar con martillos de latón, que no despiden chispas al golpearlos.
GASEADOS: En una reunión con sus vecinos de Porter Ranch, incluido Matt Pakucko (centro, derecha), Alexandra Nagy describe un plan para clausurar la instalación de Aliso Canyon. PATRICK T. FALLON PARA NEWSWEEK
UN GÉISER NEGRO
Aunque SS-25 se fracturó en octubre, fue hasta fines de año que el resto del mundo comenzó a prestar atención. El metano es invisible, cosa que prima en el desastre de la imaginería apocalíptica que tanto ansían los editores fotográficos y los productores de noticias televisivas. Y si bien aumenta significativamente los gases de invernadero atrapados en la atmósfera, eso también es invisible. En otras palabras, Porter Ranch es un desastre sin público.
La situación comenzó a cambiar el 9 de diciembre, cuando activistas de los grupos ambientales Earthworks y Food & Water Watch publicaron un video grabado con una cámara infrarroja capaz de capturar los gases invisibles. En las imágenes, una columna negra se desplaza continuamente sobre las colinas, como si un incendio enorme ardiera en alguna parte del horizonte. Otra toma infrarroja desde las alturas muestra la columna, expulsada como un géiser negro.
Diez días después que el video apareció en YouTube, la activista ambiental Erin Brockovich declaró que Porter Ranch era “una catástrofe de una escala que no se ha visto desde el derrame petrolero de British Petroleum, en 2010”. Brockovich —quien saltó a la fama por sacar a la luz el agua contaminada con cromo en Hinkley, California— tiene gran facilidad para conseguir publicidad y, como era de esperar, al comparar Porter Ranch con Deepwater Horizon, creó la historia noticiosa irresistible que tanto anhelaba la internet.
“Esto no es un incidente de un día para quienes viven allí”, dice Brockovich, y agrega que las hemorragias nasales, y los cuadros de tos y cefalea que experimentan los residentes podrían presagiar problemas de salud más graves que, posiblemente, tarden años en manifestarse; opinión que refleja la angustia de Pakucko, quien dijo que se habían convertido en un experimento de salud pública. “Necesitamos saber qué hay en el aire”, insistió la activista.
UN CIRCUITO DE RETROALIMENTACIÓN TRISTEMENTE IRÓNICO
Una noche asistí a una reunión del Comité Asesor de Porter Ranch en una de las dos escuelas recién clausuradas. Fue perturbador conducir por calles vacías en lo que, por mapa y por ley, seguía siendo la ciudad de Los Ángeles. Jamás anhelé tanto un poquitín de tránsito, el menor indicio de vida. Mas las calles estaban desiertas; espeluznantemente desiertas.
La reunión se llevó a cabo en la biblioteca escolar, cosa que me pareció grotesca: hablar de explosiones de metano entre libros infantiles. Asistieron tres o cuatro trabajadores exhaustos de SoCalGas, pero nada de lo que dijeron tranquilizó a los residentes de Porter Ranch, porque el gas seguía escapando, el aire aún apestaba a huevo podrido, y lo único que deseaban esas personas desesperadas era que todo aquello acabara de una vez. Nadie tocó la bandeja de emparedados envueltos con celofán.
“¿Acaso este tipo de fuga reescribe las reglas sobre la operación de un pozo de gas?”, preguntó Issam Najm, presidente de una compañía que verifica la calidad del agua. Paula Cracium, directora del Consejo Vecinal de Porter Ranch, se mostró más conciliadora. “El trabajo que hacemos aquí impactará a todo el país”, dijo. De eso no cabe la menor duda.
Al día siguiente me reuní con Pakucko en Bee Canyon Park, en la comunidad de Granada Hills, situada al oriente de Porter Ranch. SoCalGas rechazó mi petición de visitar SS-25, pero Pakucko dijo que podríamos ver el pozo de desahogo si subíamos a una colina cercana. El camino era muy empinado desde el inicio y así continuó, como si nos llevara hacia el cielo que se oscurecía. Atrás quedaba Los Ángeles, rodeada de montañas y escarchada de bruma. El esmog angelino ha sido tema de muchos chistes en programas nocturnos, pero la verdad es que la ciudad es uno de los peores contaminadores del país, y el esmog es prueba visible de esa expoliación. Aunque invisible, el metano que se fuga de Porter Ranch exacerba enormemente el problema. En cuanto a los efectos de todo ese cambio climático, pudimos verlos mientras subíamos por el flanco del cañón, en la maleza seca que crepitaba con cada soplo de viento. Se cree que la sequía de California ha sido agravada por la actividad humana que condujo al calentamiento global. Y ahora, con la fuga reciente, Aliso Canyon estaba causando su propia desecación a futuro, un circuito de retroalimentación tristemente irónico.
Por fin, el pozo de desahogo apareció ante nosotros, acunado en la ladera de una colina. Y también podíamos oírlo: un agudo silbido, como el taladro de un dentista en la habitación contigua. Al ponerse el sol, el viento cambió y pude aspirar la fragancia de Eau de Porter Ranch. Es el olor del gas que escapa de la estufa, sólo que estábamos a campo abierto, y no había una perilla para cerrar el paso del gas. Permanecimos un momento en la penumbra, tratando de reconciliar la belleza circundante con la catástrofe que se desarrollaba a unos cientos de metros de nosotros. Cuando al fin bajamos de nuevo, había oscurecido por completo. En determinado momento, una manada de coyotes comenzó a aullar detrás de nosotros. Pakucko me instó a buscar un palo grande. No supe si estaba bromeando.
Los Ángeles ya estaba cubierta de oscuridad, pero podía ver las autopistas, las cintas de luz que se entretejían en las montañas, donde algunos de los 5.8 millones de autos del Condado de Los Ángeles depositaban vapores de dióxido de carbono en la atmósfera. Las casas del Valle de San Fernando se habían iluminado, y como era una noche particularmente fría, muchos de los tres millones de hogares de la ciudad estaban consumiendo gas natural, probablemente de Aliso Canyon. Pocas cosas son tan agradables como una casa tibia protegida contra el frío invernal. La ciudad necesitaba de Aliso Canyon, y Aliso Canyon satisfacía las demandas de la ciudad. Sin embargo, también había costos ocultos, y estaban flotando implacablemente sobre Porter Ranch.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek