Obtener un nuevo teléfono inteligente es ya tan poco emocionante como obtener un nuevo refrigerador.
Quizás observaste este hecho si recibiste un nuevo teléfono en Navidad. O lo verás si miras lo que saldrá del Consumers Electronics Show de 2016. Los teléfonos están donde las computadoras portátiles estaban hace unos diez años. El diseño y el propósito están establecidos y son bien comprendidos, por lo que lo único que queda es realizar mejoras incrementales, haciéndolos un poco más delgados, añadiendo un poco más de energía o creando ocasionalmente una nueva función como las notificaciones de Samsung a lo largo de un borde exterior (qué emoción).
A partir de ahora, todas las verdaderas innovaciones ocurrirán fuera de tu teléfono, en aplicaciones, en la nube y en otros dispositivos conectados. “Estamos en la cúspide de una transición hacia el deseo de querer que nuestra tecnología esté sobre nosotros y a nuestro alrededor”, dijo recientemente Phillippe Kahn, uno de los grandes inventores de la tecnología móvil. “En lugar de tener que llevar dispositivos, la tecnología simplemente estará ahí. Cuanto más nos olvidemos de la tecnología, tanto mejor”.
Curiosamente, este nuevo mundo será también una amenaza para aplicaciones como las conocemos.
Esto no quiere decir que los teléfonos inteligentes estén acabados como negocio. Alrededor de 3500 millones de los 7000 millones de personas del planeta poseen uno. Esto deja tal vez a otros mil millones de posibles clientes; si dejamos fuera a los niños pequeños, a los 1300 millones que viven con menos de 1.25 dólares por día, y a las abuelas que se aferran a sus teléfonos plegables de Nokia. Y casi todas las personas que poseen actualmente un teléfono inteligente comprarán uno nuevo cada par de años, si no es que más frecuentemente. A esto se debe que Apple esté valuada en más de 600 000 millones de dólares.
Sin embargo, con el tiempo dependeremos menos de nuestros teléfonos y, en cambio, haremos más actividades conectándonos con aplicaciones y servicios a través de una confusa variedad de cosas. Nuestra atención pasará de las pantallas de nuestros teléfonos al éter; sentiremos que nuestras aplicaciones están en el aire que nos rodea, y podremos acceder a ellas a través de cualquier dispositivo conectado que tengamos a la mano.
Los jóvenes consumidores parecen estar adoptando esta tendencia. En una encuesta realizada por Ericsson ConsumerLabs, y publicada en diciembre, la mitad de los encuestados dijo que para 2021 quizá ni siquiera esté usando un teléfono inteligente. Esperan acceder a sus aplicaciones a través de lo que denominan formas más cómodas.
¿Como cuáles? Bueno, los automóviles, por ejemplo. Actualmente, si quieres tener tu música de Spotify, mapas de GPS y llamadas de voz en tu automóvil, debes llevar tu teléfono en el auto, apoyarlo en el recipiente para la taza, y tratar de apuñalar la pantalla con el pulgar mientras vas a más de 100 km/h. Llegaremos a comprender que esto es una imbecilidad, por no mencionar que es peligroso. Los automóviles de la próxima década se conectarán a la red, responderán a comandos de voz y mostrarán información como tus listas de reproducción o tus mapas en una pantalla colocada en el parabrisas. En lugar de abrir una aplicación concreta para hacer algo, sólo tendrás que decir qué quieres: “Tocar canciones aleatorias de The Clash” o “Pagar mi recibo de luz”.
Echo de Amazon es otra señal en esa dirección, junto con Siri de Apple y Google Now. Coloca un Echo en casa, y el dispositivo cilíndrico escuchará constantemente tus solicitudes. El software de Echo comprende una solicitud pronunciada apropiadamente, y va a la nube para ponerla en práctica sin requerir ningún teléfono. Esta tecnología todavía está en una etapa rudimentaria, pero puedes ver cómo constituye una forma mucho mejor de ordenar comida china en medio de una ronda de sexo en comparación con buscar a tientas tu teléfono sobre la mesita de noche y luego dar un toque en la aplicación Seamless.
Ningún dispositivo individual va a reemplazar al teléfono inteligente. La nube y el software de inteligencia artificial van a reemplazar el teléfono inteligente. Nos conectaremos a través de cualquier cosa que tenga sentido: un reloj inteligente, lentes conectados, una mesa de cocina de pantalla táctil, automóviles, Echo, Nest, Fitbit, Oculus Rift. Motorola Mobility patentó recientemente un dispositivo que se implantaría bajo la piel y responde a comandos de voz (implantar un dispositivo en tu cuerpo no es tan extraño como colgarte una argolla en el ombligo, la cual ni siquiera puede tararear el himno nacional). Si un servicio tiene que saber quién eres, podría escanear tu voz, tu cara o tu huella digital. Ya no será necesario recordar 259 nombres de usuario y contraseñas.
Actualmente, cada aplicación se concentra en un solo servicio, por lo que cualquier cosa que hagas en un dispositivo requiere que pienses primero qué aplicación debes abrir. Eso es una barrera cuando simplemente deseas hacer alguna cosa. La tecnología tiene que actuar más como un excelente asistente personal que conoce de antemano tus preferencias y comprende tus órdenes abreviadas.
Además, ¿quién querría tener que instalar una barcada de aplicaciones en su reloj, automóvil, dispositivo implantado y una docena de dispositivos más? Nos volveríamos locos. Como señala Aparna Chennapragada, directora de Google, el objetivo tiene que ser “desagregar y desincorporar la función de las aplicaciones”, por lo que el software como Google Now, Siri o Echo puede mezclar e igualar servicios de aplicación para realizar la tarea que pediste. Una vez que esto suceda, no pensaremos en las aplicaciones como lo hacemos ahora. De hecho, es probable que no pensemos en absoluto en aplicaciones.
El teléfono inteligente como dispositivo físico no desaparecerá, al menos, no más de lo que han desaparecido las computadoras portátiles. Sin embargo, el dispositivo va probablemente hacia un futuro más como una pantalla de bolsillo, algo que te permita mirar videos, leer reportajes y tomar fotografías cuando estás fuera. No será el centro de tu vida tecnológica, será un adjunto.
Esa es otra forma en la que los teléfonos inteligentes se parecen a las computadoras portátiles. Hasta hace poco, era emocionante comprar una computadora portátil. Contenían toda nuestra vida en sus discos duros y eran nuestras ventanas al mundo a través de internet. Ahora las computadoras portátiles son más como herramientas de trabajo, y las nuevas no lucen muy diferentes de la que compraste hace algunos años. Un destino muy semejante le aguarda a los teléfonos inteligentes.
Por otra parte, los refrigeradores de la siguiente generación se conectarán a la red y estarán armados con sensores y software de inteligencia artificial que se harán cargo automáticamente de las cosas importantes, como comprender que acabas de pedir el pollo del General Tso a través de Echo durante el juego erótico preliminar, señalar que no hay cerveza y ordenar más lo antes posible. Eso sí que es emocionante.
Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek