Javier Marín no sólo es uno de los artistas contemporáneos más importantes de México, sino también un escultor que se ha abierto espacios en otros países con su peculiar estilo que ha sido calificado como “hermosamente imperfecto”.
Sea por la versatilidad de trabajar con resina, bronce, madera e, incluso, carne seca, o bien porque sus piezas son fragmentadas, parciales o gigantes, es inevitable que la obra de Marín llame la atención. No por nada ha expuesto en Francia, Italia y Estados Unidos, entre otros países.
Terra, la materia como idea forma parte del “tríptico” que conmemora sus treinta años de carrera y puede visitarse de forma gratuita en el Fomento Cultural Banamex (Palacio de Iturbide) hasta el próximo 17 de enero. Además, habría que mencionar Corpus, que se exhibe en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, y las tres cabezas monumentales que se hallan emplazadas en la Plaza Seminario, a un costado de la Catedral Metropolitana; todas ellas en la Ciudad de México.
FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
Javier Marín nació en Uruapan, Michoacán. Tiene nueve hermanos, dos de los cuales también se dedican a la escultura: Jorge y Carlos. La vena artística la heredaron de su padre, quien era arquitecto y les inculcó la devoción por la cultura desde que eran niños.
Cuando Javier tenía nueve años, su padre decidió que la familia se trasladara a la Ciudad de México, principalmente para conseguir una mayor variedad de opciones educativas para sus hermanos, que estaban por ingresar en la universidad.
“Agradezco infinitamente a Uruapan porque, de no haber nacido ahí, yo no sería así. Sin embargo, también soy muy chilango, amo esta ciudad, y no me imagino viviendo fuera”, asegura el artista a Newsweek en Español.
—¿Cuál es tu concepto de belleza?
—La belleza es relativa, la entiendo como la búsqueda del equilibrio, nada es perfecto y aun así funciona.
—Muchas de tus piezas son fragmentadas, ¿qué crees que se ha resquebrajado en nuestra sociedad?
—Tal vez la pregunta sería qué se ha resquebrajado con la presencia del ser humano en el planeta. Parece que nada está diseñado para nosotros, que todo lo queremos transformar, lo creamos; somos seres creativos, pero cada acto conlleva otro de destrucción. Así somos, un poco el problema, pero también la solución.
—¿El último libro que leíste?
—Las partículas elementales, de Michel Houellebecq.
FOTOS: Daniela Hernández. Cortesía Fomento Cultural Banamex, A.C.
—¿Últimamente se ha democratizado más la cultura o lo contrario?
—Yo creo que sí, es una tendencia de la humanidad. Me gusta la idea del arte devuelto a cualquier persona, no me gusta verlo en manos de un grupo. Sería interesante ver qué pasa si cada ser humano del planeta ejerciera su propia capacidad creativa. El arte sensibiliza y nos permite acercarnos en una frecuencia especial donde no hay nada qué explicar, nada (impuesto) qué entender, no hay barreras.
—¿Qué pensaste la última vez que te enteraste de que “plagiaron” tus piezas?
—No precisamente las piezas, sino las firmas, hacen cualquier cosa horrenda y le ponen mi nombre, da coraje. Yo les digo que tengan el valor de firmar sus cochinadas, yo firmo las mías (bromea). Alguien decía que lo que tiene éxito es “pirateable” aquí y en China. Hay que tomar cartas en el asunto.
—¿Cuál es el último elogió que alguien del público le hizo a tus piezas?
—Son varios, pero me impresiona que la gente se llega a emocionar hasta las lágrimas.
—¿Qué les dices a los jóvenes que van empezando?
—Que se comprometan y sean honestos, las ideas son de a peso el kilo, hay que llevarlas a cabo, la constancia y dedicación te obligan a dar el siguiente paso.
FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS