Graham Linehan, autor de la serie “Father Ted” y su esposa, Helen, descubrieron en el ultrasonido de 12 semanas que algo terrible ocurría con el feto de Helen. Un problema llamado acrania ocasionó que el cráneo del producto no cubriera el cerebro, con consecuencias mortales, y los médicos informaron que el bebé no sobreviviría más de una hora después de nacer.
Devastado, el matrimonio –que entonces vivía en Londres- pudo solicitar el aborto y la interrupción se llevó a cabo tres días después.
Aunque fue una experiencia profundamente triste para Helen y Graham, recibieron la atención que necesitaban y han podido seguir adelante con sus vidas.
Cuán distinta habría sido su situación de haber vivido en el país natal de Graham, Irlanda, donde el aborto es ilegal. Incluso en situaciones en las que el feto presenta un defecto mortal. Incluso en casos donde el embarazo es producto de la violación o el incesto.
En Irlanda, Helen habría recibido una condena de 14 años de prisión por someterse al procedimiento, y esta espantosa realidad es lo que motivó a la pareja a unirse a la campaña de Amnistía Internacional para descriminalizar el aborto en la República de Irlanda.
Las anticuadas leyes irlandesas sobre el aborto son unas de las más punitivas y restrictivas del mundo. Causan el sufrimiento y a veces, la muerte de miles de mujeres y niñas afectadas.
Muchas mujeres en la situación de Helen están forzadas a continuar con su embarazo sin la menor consideración a su bienestar mental o físico, sin mencionar el impacto psicológico para ellas o su pareja al verse obligadas a dar a luz un bebé que no puede sobrevivir o que es resultado de un ataque sexual.
Por supuesto, que el aborto sea ilegal no impide que las mujeres lo necesiten o lo busquen. En promedio, alrededor de 11 mujeres y niñas viajan de Irlanda a Inglaterra, diariamente, para practicarse un aborto. Y cada año, cerca de 4,000 se trasladan a distintos puntos de Gran Bretaña y otros países de Europa.
Muchas más –las que tal vez no pueden aceptar la idea de emprender un largo viaje por una razón tan espantosa o que quizás no pueden costear el viaje, por principio de cuentas- se arriesgan a practicarse abortos ilegales que, sin supervisión médica, pueden tener terribles efectos secundarios o terminar con la muerte.
Para muchos de nosotros, es impensable que el gobierno irlandés, en pleno siglo XXI, siga negándose a reconocer el derecho de la mujer a tomar decisiones sobre su cuerpo, aun en las circunstancias más extremas. Una reciente encuesta de Amnistía Internacional reveló que la mayoría de la población irlandesa ni siquiera sabe que el aborto es un delito. Al preguntar si el gobierno de Irlanda debe descriminalizar el aborto, 67 estuvo de acuerdo y 25 por ciento se opuso. No obstante, 81 por ciento dijo que estaba a favor de ampliar, significativamente, los argumentos para el acceso legal al aborto en Irlanda.
Hay una creciente presión para que el gobierno irlandés permita un referendo sobre la legalización del aborto. Apenas el mes pasado, miles de ciudadanos marcharon por las calles de Dublín para manifestar su apoyo para la descriminalización. El impulso crece.
El gobierno irlandés debe alinear sus leyes sobre el aborto con la legislación internacional que establece, claramente, que el acceso al aborto seguro es un derecho humano y que donde esté disponible, debe ser también accesible. Irlanda no puede considerarse una nación moderna y madura si vive en el oscurantismo en lo referente a los derechos de las mujeres.
Hace ya mucho que este asunto se ha analizado con la lente distorsionadora de la política y la religión. Ya es tiempo que la atención vuelva a centrarse en el tema principal. La salud de las mujeres.
Grainne Teggart es administradora de campañas de Amnistía Internacional en el Reino Unido.
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