Las naciones que prohíben el uso de drogas, principalmente Estados Unidos, deben reparar los daños de la guerra contra estas sustancias, opina el investigador Froylán Enciso, autor de Nuestra historia narcótica, libro de reciente aparición que ya circula bajo el sello de Debate.
El historiador y periodista sinaloense, nacido hace 34 años, presenta el origen del tráfico de sustancias prohibidas en el México de finales del siglo XIX y principios del XX y enlaza personajes tan disímiles como los químicos alemanes que inventaron la cocaína, los médicos ingleses que patentaron la heroína, soldados revolucionarios, migrantes chinos adictos al opio y niños “fresas” de la Ciudad de México que fumaban mariguana en rituales clasistas.
Además, el internacionalista por el Colegio de México y actual doctorante por la State University of New York ilustra el fracaso de la guerra contra las drogas como consecuencia de la corrupción y la violencia. Lo hace mediante pasajes de la vida política en Sinaloa, las redes internacionales de contrabando auspiciadas por el gobierno de Luis Echeverría, la misteriosa incursión de Azcárraga Milmo en el narco y el resentimiento por abusos en el rancho de infancia del Chapo Guzmán, entre otros.
“Esta es mi manera de contribuir a la posibilidad de imaginar otras formas de relacionarnos con las drogas que no sean sólo la corrupción y la violencia”, dice en entrevista con Newsweek en Español.
En este sentido, una de las propuestas más importantes del autor es habilitar algunas maneras para que la sociedad se relacione con las drogas y que se pueda generar un futuro mejor, con menos violencia y menos corrupción, y donde los daños de la guerra contra las drogas sean reparados.
“En las décadas de 1930 y 1940 había una discusión entre médicos del departamento de salud y policías acerca de cuál era la mejor forma de controlar las drogas. Leopoldo Salazar Viniegra, un médico cardenista, a diferencia de los carrancistas que buscaban su prohibición, buscó legalizarlas. Hizo estudios en los cuales comprobó que la mariguana causaba menos efectos en la salud que su persecución policiaca, y propuso que México fuera a una reunión en la liga de las naciones, en 1939, a tratar de convencer a Estados Unidos y al resto de las naciones prohibicionistas de legalizar las drogas. Es decir, crear un sistema de distribución desde el Estado que sacara a los adictos de las manos de los narcotraficantes y los pusiera en manos de médicos especializados en proporcionar dosis seguras.
“En la liga de las naciones no lo lograron. Sin embargo, Lázaro Cárdenas decidió legalizarlas. Ya Salazar Viniegra no estaba en el departamento de salud, y fue José Siurob, entonces director de este departamento, quien decidió poner dispensarios en la Ciudad de México y alrededor del país para que se distribuyeran de manera segura y como parte de un proceso de tratamiento opiáceos, sobre todo heroína, morfina, a los adictos de la calle.”
—¿Qué resultados arrojó esa medida?
—Durante un breve periodo no hubo violencia. La principal contrabandista de la época, dicen los cronistas, estaba furiosa, Lola la Chata estaba enojadísima porque le habían quitado el negocio. El periodo fue entre febrero y agosto de 1940, pocos meses. Pero el gobierno estadounidense, sobre todo Harry Anslinger, quien en ese momento era director del Buró Federal de Narcóticos, amenazó a Lázaro Cárdenas con interrumpir la exportación de medicinas a México. Ante el peligro de que nos quedáramos sin medicinas durante la Segunda Guerra Mundial, Cárdenas dio marcha atrás a esta política que empezaba a tener signos de éxito en dos aspectos: la eliminación de la violencia y la eliminación de la corrupción y ganancias para los traficantes de drogas.
—¿Cuál es su idea al exigir la creación de una comisión ciudadana de la verdad sobre las causas y consecuencias de la guerra contra las drogas en México?
—¿Qué hacer para acabar con esta guerra tan destructiva? Un grupo de activistas que participamos en Nuestra aparente rendición, un blog que acompaña a las víctimas de la guerra contra las drogas, empezamos a discutir la posibilidad de una comisión de la verdad, pero con cierta resistencia y desencanto porque hemos visto que esos intentos de justicia transicional, como el de [Vicente] Fox, no tienen capacidad de procesar a gente jurídicamente y, mucho menos, de reparar el daño. Entonces la idea es crear mecanismos ciudadanos no temporales, no enfocados a un hecho de violencia específico, sino retomar la evaluación de las consecuencias de la guerra contra las drogas en términos de muerte, desplazamientos, desaparecidos, levantados, muerte de periodistas y de personas de otros gremios clave, tomarlo como un ejercicio permanente.
“Hay mucho sufrimiento y resentimiento social acumulado por más de un siglo, y ese resentimiento social se nos está regresando en forma de criminalidad, de perder una generación de jóvenes que no tienen nada mejor que hacer que volverse halcones. Entonces, una comisión de la verdad en la que de manera permanente evaluemos estos daños y vayamos localizando esos resentimientos me da la esperanza de que nos ayude al proceso de reconstrucción nacional.”
—¿Cuál sería la participación del Estado en esta comisión?
—La idea tendría que ser complementada desde los gobiernos con recursos, con presupuesto. Mi propuesta concreta es que, el año que entra, que se celebrará la conferencia de la Asamblea de las Naciones Unidas sobre el problema mundial de las drogas, intentemos que el gobierno mexicano tenga una postura propia como ocurrió en la década de 1930. Que no solamente proponga que tengamos una relación madura, es decir, que vayamos legalizando las diferentes sustancias dependiendo del conocimiento científico regulatorio que podríamos articular, sino que proponga a las naciones prohibicionistas, principalmente a Estados Unidos, que se reparen los daños de esta guerra.
“Para decirlo facilito: si Estados Unidos está legalizando ya, lo que se entendería en términos de derecho internacional es que esta guerra contra las drogas no fue justa, pues al final la mariguana no era tan mala como ellos nos decían que era sólo para animarnos a que los mexicanos nos persiguiéramos y matáramos los unos a los otros.”
—¿Qué tipo de reparación de daños se está proponiendo?
—Estados Unidos tendría que proporcionar recursos no nada más como en la Iniciativa Mérida, miles de dólares en equipamiento militar y policiaco, sino para reparar los daños que han causado los operativos militares que ellos han promovido en México. Esa es la propuesta, que vayamos a Naciones Unidas el año que entra a UNGASS 2016, no solamente a proponer la legalización de las drogas como Estados Unidos y otros muchos países del mundo ya están haciendo, sino a exigir que se reparen los daños por más de un siglo de guerra contraproducente e injusta.