En México, en pleno siglo XXI, por una parte la población aún recurre a brujos, chamanes y parteras y, por la otra, se caracteriza por sus bajos niveles en la comprensión de lectura, sobre todo de literatura científica.
De acuerdo con el catedrático e investigador Eduardo Monteverde, existe un rezago cultural muy evidente en cuanto a las relaciones con las ciencias e, incluso, con las humanidades. “Cito a Alfonso Reyes: ‘Latinoamérica llegó tarde al festín de la civilización’. Eso refleja más o menos nuestro nivel de las humanidades médicas.”
En Historias épicas de la medicina, publicado recientemente bajo el sello de la casa editorial Crítica, Monteverde recupera una serie de mitos y retratos que desenmascaran lo que hay detrás de la evolución de la medicina y del concepto de enfermedad. Así, responde a preguntas básicas como cuál es el origen de la bata blanca que utiliza el médico y de dónde proviene el usado “baño María”. Asimismo, se adentra en el tema de la locura, describe el origen de varios términos como el de “lunático” y habla de la melancolía y otras emociones que experimenta el ser humano. Todo explicado desde la mitología y la filosofía, así como de la historia de las religiones.
En el libro se aborda también la relación entre el esoterismo, el misticismo, la medicina y la salud y se hace un recorrido crítico sobre los demonios, pócimas, enfermedades y curaciones que alguna vez fueron mortales.
En entrevista con Newsweek en Español, el autor explica que esta obra nació a partir de la reflexión sobre que en México no existía un libro autoral que tratara tópicos generales respecto a la medicina, desde su origen, en Grecia, hasta el ciclo de la respiración de Hans Krebs. “Hans Krebs, por ejemplo, siendo victimizado por los nazis, huye de Alemania, y humillado por los médicos humanistas alemanes, descubre el ciclo de respiración mientras los nazis están asfixiando [a los judíos] con ácido cianhídrico, o sea, representa las dos caras de la respiración: la vida y la muerte”.
A lo largo de la lectura de Historias épicas de la medicina se conoce también que, justamente, la historia de la medicina es un compendio de creencias, descubrimientos, mitos y experiencias de profesionales que no siempre actuaron como héroes, sino como “canallas” que lucraron con la salud de los demás.
—¿Cuando se habla de medicina de qué manera se puede diferenciar la ficción de la realidad?
—Son cosas totalmente diferentes. Eso de que la realidad supera a la ficción o a la inversa es una falacia. Son tópicos distintos, no obstante, a veces se imbrican, hay muchos libros de ficción con temas médicos, cantidad de películas, por lo menos seis mil películas en las que aparece un médico, para bien o para mal, ficcionado o documentalizado. Es un tema eterno de la literatura.
—Pero muchas veces se ha demostrado que la realidad sí supera a la ficción…
—Yo no meto nada de ficción, el mío es un ensayo sobre la historia y la filosofía de la medicina. Tengo novelas de ficción, pero en este caso parto de la literatura, de una calidad narrativa y literaria para narrar cómo ha progresado y evolucionado la medicina de Grecia para acá.
“Existen serias deficiencias de comprensión de las humanidades médicas, por ejemplo, en los cursos en Hispanoamérica se utiliza mucho un texto de medicina de un fascista, entonces yo no estoy de acuerdo con ese texto y esa forma de narrar la medicina. Las humanidades médicas son un mito en cuanto a que el humanista médico es una buena persona y decente, por eso en este libro pongo casos de varios humanistas médicos canallas, la otra parte de la moneda que es poco conocida por el público en general y por los alumnos.”
—¿Cómo se conciben los temas para un libro de esta naturaleza?
—A partir de las deficiencias que yo veía en el medio de las humanidades médicas, como la exaltación de médicos fascistas, dije: ‘No, no es posible que exalten a médicos fascistas como prohombres de la medicina’. Fueron varios años de oír en los ámbitos humanísticos que los nazis habían contribuido a la antropología física y otras falacias, y decidí subsanar eso.
—En este tenor, ¿cuál es su postura sobre la forma en que se imparte la enseñanza de la medicina en México?
—Muy mal, muy mal por la desigualdad. La desigualdad económica repercute constantemente en la desigualdad de la atención médica, y también de la narrativa de la historia de la medicina, desde luego; no creo que el estado del nivel de la medicina en México sea óptimo. Tenemos un rezago, es evidente, un rezago cultural en cuanto a las relaciones con las ciencias, incluso con las humanidades.
—¿Entonces cuál es el reto más importante que enfrenta la literatura científica?
—La comprensión de la lectura, desde luego. El materialismo ya no es el materialismo de Marx, de las falsas conciencias. Tiene desde luego su valor, sí, pero ahora es la comprensión de las leyes de la naturaleza: estamos sentados aquí no por una entrevista, sino porque hay una fuerza de gravedad que nos hace estar sentados.
—¿De qué tamaño es el grano de arena que su trabajo aporta a la divulgación científica?
—Más que a eso, al currículum de la enseñanza de la medicina porque subsana y muestra tópicos que no se tratan habitualmente en los cursos de historia de la medicina. Yo creo que toda la medicina es humanista, no hay medicina que no lo sea, la veterinaria, la medicina, son humanistas por definición, lo cual no quiere decir que el humanista sea una gente decente. Aquí yo pongo casos, por ejemplo el de Aureliano Urrutia, que es un apóstol de la medicina mexicana, un médico muy bueno, pero que mandó matar a Belisario Domínguez, el diputado maderista. Entonces de los humanistas médicos no me la creo, no creo que humanismo sea bondad.