El cacao ha sido una parte vital de la alimentación de los mexicanos desde los tiempos prehispánicos.
Los antiguos mayas utilizaban el cacao como medicina para malestares generales; pero también lo veían como algo sagrado, algo tan sagrado que era la parte más importante de las celebraciones nupciales pues no era hasta que los novios tomaban cacao caliente que el matrimonio se consolidaba.
Las mujeres preparaban el chocolate con chile, flores y agua. Ellos lo tomaban frío o caliente y lo hacían siempre en ocasiones especiales.
Con la llegada de los españoles cambió la manera de preparar el chocolate pues las monjas que se encontraban en los conventos decidieron agregar leche y azúcar a la receta –quitando el chile y las flores- para hacerlo más agradable al gusto de los europeos.
Y así el chocolate empezó a prepararse de distintas formas en todo el mundo. En Suiza, por ejemplo, el chocolate es exquisito pero diferente en sabor al que se consume en México, Bélgica o España.
El principal productor de cacao en el mundo es Costa de Marfil, en África, y su chocolate es mucho más amargo que el de Brasil, que ocupa el lugar número seis en la lista de los principales productores de cacao a nivel internacional.
Sin embargo todos estos productores de cacao tienen algo en común: el amor al chocolate y el reconocimiento del cacao como una semilla poderosa.
Las cualidades medicinales del chocolate son muchas, aunque destacan sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias.
En la Ciudad de México el Museo del Chocolate cuenta con cinco salas en las que se puede conocer la historia completa del cacao en nuestro país y los distintos tipos de preparaciones que existen.
Además, cuenta con una cafetería y tienda en la que podemos comprar deliciosos chocolates preparados de distintas formas, para todos los gustos, desde chocolate tradicional, bebible y hasta tamales de chocolate.