Luis “N” contaba con 18 años de edad en ese entonces, proveniente de Ecuador fue uno de dos
sobrevivientes conocidos de la masacre de agosto del 2010, de 72 migrantes de
Centroamérica y Sudamérica cerca de San Fernando en el estado de Tamaulipas. 58
hombres y 14 mujeres, que pertenecían a inmigrantes ilegales de Brasil, El
Salvador, Honduras y Ecuador.
La declaración que El Nuevo Heraldo localizó es contenida
como “Testimonio 10” en un reporte especial que expidió la Comisión
de Derechos Humanos Nacionales de México, en febrero, con respecto al secuestro
de migrantes en México. Que es la declaración de testigo, aunado con la
información que el gobierno mexicano ha liberado con respecto a la masacre e
información también contenida en entrevistas.
¿Por dónde empiezo?
Primero nos interceptaron unos que dijeron que eran de migración. Eran seis,
con uniforme negro y la cara cubierta con pasamontañas.
Nos amenazaron con
armas largas, nos encañonaron y dijeron que les diéramos todo el dinero.
Dejamos lo que traíamos
en el piso, dejamos lo que traíamos ahí, tirado, en el piso.
Así empezó el viaje.
Sin dinero. Con violencia. Luego ya en La Cementera un salvadoreño dijo que por
dos mil quinientos dólares nos cruzaba a Estados Unidos y que le podíamos pagar
ahí. Ya llevaba a otros 16 migrantes. Y nos pusimos a caminar junto a él.
¿Nosotros? Creo que
éramos quince. Caminamos dos días, hasta que llegamos al tren, no se a qué
altura, no sé en dónde, solo sé que iba con dirección a Veracruz. Subimos a un
vagón en donde iban otros, calculo yo, 30 migrantes, a ellos los llevaba una
mexicana.
Estuvimos ocho horas
encerrados en el tren, hasta que bajamos. No se dónde estabamos. Caminamos como
veinte minutos. Estaba cansado. Perdido también.
Encontramos entonces
dos trailers tipo “trocas”, con rejillas y lonas, y nos subimos.
Anduvimos en las
“trocas” otros dos días, solo bajamos a comer y a hacer nuestras necesidades.
Era muy incómodo. En el camino nos alertaron que ibamos a pasar por un retén de
militares. Nos ordenaron bajar de las camionetas, para rodear, caminando, a los
militares. Caminamos como una hora y treinta minutos, o cuarenta, quizás hasta
dos horas, no sé. Pero, pasando a los militares, volvimos a encontrarnos con
los de las “trocas”.
Ahí íbamos, en las
“trocas” cuando nos interceptaron, eran cuatro autos nuevos, de color gris, con
los vidrios polarizados y placas de Tamaulipas. También había una camioneta
blanca con placas de Texas. Eran nueve hombres. Venían nueve hombres con
chalecos antibalas. Uno era mexicano, ya mayor, otro salvadoreño, no recuerdo
bien a los otros. Pero creo que si eran nueve.
Bajaron a los
conductores de las “trocas”, les amarraron las manos, los aventaron al piso y
les preguntaban a gritos que para quién trabajaban. Pero los choferes no respondían
y les pegaron con las armas en la cara. Les salía mucha sangre. Se los llevaron
en uno de los vehículos de color gris. Escuché que los iban a matar.
Que los iban a matar,
sí, a matar. … Me dio miedo. Creo que todos teníamos ya mucho miedo. Pero no hablábamos.
Nos subieron de nuevo
a las “trocas” y nos llevaron a un lugar que decía a la entrada Rancho, tenía
una puerta grande de color rojo. Ahí llegamos todos, los de la pollera mexicana
y los de nuestro grupo.
Nos dieron tacos y
sodas y se presentaron. Que eran de los Zetas y que peleaban contra los del
Golfo y contra el ejército. Que podíamos trabajar con ellos por mil dólares a
la semana. Tres aceptaron, pasaron al frente. Dijeron que los iban a llevar con
el jefe.
Ahí nos quedamos otro
día. Entonces el jefe dijo que nos iban a llevar a otro lugar, nos ordenó
quitarnos la camisa, para ver si teníamos tatuajes y si éramos de alguna
pandilla. Luego nos volvieron a subir a las trocas y viajamos otros treinta
minutos. Llegamos a otro lugar con portón rojo y alambrado de púas.
Al fondo había una
casa grande, vieja, blanca, como abandonada. Ahí se estacionaron las trocas.
Nos ordenaron que bajáramos y nos amarraron las manos hacia la espalda, con
sogas de plástico.
Rompieron con unas
pinzas los candados de las rejas.
Entramos, en fila, a
la casa. Ya adentro nos vendaron los ojos.
Nos vendaron los ojos
y estuvimos parados como veinte minutos. Creo que estaban esperando a que
anocheciera. Y luego nos fueron acomodando de espaldas a las paredes de la
casa. Había una mujer embarazada.
Nos dijeron que nos
acostáramos, boca abajo. Que nos calláramos, que no gritáramos porque nos iban
a matar.
Entonces comenzaron a
disparar. Alguien gritó que no les temía, entonces se escuchó que lo azotaban
contra la pared. Le dispararon.
Uno y otro disparó.
Hasta que me tocó.
Me hice el muerto.
Escuché más disparos.
Quejidos. Luego oí que las trocas se alejaban.
Silencio.
Abrí los ojos y
alcancé a ver a alguien escondido entre los matorrales.
Nos miramos. Salimos
caminando juntos, hacia la carretera.
Cuando notamos que
cuatro vehículos nos seguían, nos separamos.
A mí me ayudaron unos
de la marina que me llevaron al médico.
Y sobreviví.
Testimonio 10. Informe Especial sobre secuestro de Migrantes
en México
La bala le entró por el cuello y le salió por la mandíbula .
Así, dado por muerto, tirado en un galpón entre más de setenta cuerpos de
mujeres y hombres amarrados por la manos y rematados a balazos, terminó el
camino que dos meses atrás había emprendido Luis, desde su casa de adobe en el
sur de Ecuador, con la intención de llegar a EE.UU. y reunirse con su padre.
Atrás dejaba a su esposa embarazada de cuatro meses. Once mil dólares prestados
pagó a un “coyote” para hacer la travesía que lo dejó baleado en una cama de
hospital en México, bajo custodia federal.
Las personas con las que pretendía llegar a Estados Unidos
habían sido acribilladas, a excepción de él y otro joven que se encontraba con
vida.
“Sólo recuerdo que se
escucharon los lamentos y las súplicas de algunas de las personas que estaban
ahí, luego oí disparos y cuando terminó todo y se fueron me levanté para pedir
ayuda”, recordó.
“No vengan, hay muchos malos que no dejan pasar, no
vengan más. Viajaban conmigo 75, mató a todos. Les digo a todos (los)
ecuatorianos que ya no viajen más porque Los Zetas están matando a mucha
gente”, relató el sobreviviente que fue trasladado a su país natal para
que se recupere de las heridas sufridas.
En una entrevista transmitida por la televisión estatal, el
ecuatoriano aseguró que ese grupo criminal, integrado en su mayoría por exmilitares
mexicanos de élite, atacó al grupo de personas.
Mujer embarazada y
una niña fueron separadas del grupo
Luis reveló que había una mujer embarazada y una niña en el
grupo que fue emboscado por presuntos miembros del crimen organizado.
El diario El Comercio detalló declaraciones del ecuatoriano
en donde explica que la mujer y la niña fueron apartadas del grupo antes de la
balacera que provocó la muerte de 72 migrantes provenientes de El Salvador,
Brasil, Guatemala, Honduras y Ecuador.
“Eran 76 y había una mujer embarazada como de nueve
meses con una niña, pero a ella no la mataron, no sé a dónde se la llevaron, no
la vi ahí”.
Detenido un presunto
autor de la masacre
La Policía Federal informó el pasado 31 de marzo que detuvo a
José Guadalupe Reyes Rivera, considerado uno de los probables responsables de
la muerte de 72 migrantes, perpetrada en agosto de 2010.
La Comisión Nacional de Seguridad (CNS) informó en un
comunicado que Reyes Rivera –por quien la Procuraduría General de la República
(PGR) ofrecía una recompensa– fue detenido en un taller mecánico ubicado en la
colonia Camino al Pueblo, municipio de Ciudad Victoria, Tamaulipas.
Este anuncio ocurrió a tres meses de que la PGR confirmó por
primera vez –en una nota informativa entregada al National Security Archive el
10 de diciembre del año pasado– que hubo participación del Estado en la masacre
de los 72 migrantes, pero también en el asesinato de otras 193 personas
halladas en fosas clandestinas en abril de 2011.
Entre 2010 y 2011, las autoridades mexicanas informaron
sobre la detención de policías municipales implicados en los asesinatos; sin
embargo, esa información fue considerada como reservada por tratarse de una
investigación abierta
(Con información de El
Nuevo Heraldo, Animal Político y CNN)