El mes pasado, Conseil de Paris y la alcaldesa Anne
Hidalgo aprobaron proyectos para el primer rascacielos que se construirá en el
centro de la capital francesa en 42 años. Diseñado por la compañía arquitectónica
suiza Herzog & de Meuron, el edificio de 180 metros, llamado “Tour
Triangle”, estará ubicado en el 15º distrito de la ciudad. La nueva torre
albergará un hotel de 4 estrellas con 120 habitaciones, restaurante, sky bar y 700,000 metros cuadrados de
espacio para oficinas.
El último
rascacielos construido en el corazón de París fue la Tour Montparnasse, en
1973. La estructura de 210 metros de altura ocasionó protestas por su exterior
imponente y brutal, y porque obstruía la vista. En 1977, se implementó un
reglamento de altura máxima de 37 metros para edificios, a fin de impedir más
monstruosidades como aquella y desde entonces, casi todas las torres se han
levantado en el distrito financiero La Défense, en la periferia de la ciudad.
Pero en 2010, relajaron las restricciones de altura para dar cabida a la
creciente población parisina y ahora, los edificios residenciales pueden
elevarse 50 metros, en tanto que los comerciales pueden alcanzar hasta 180
metros de altura. Esto significa que la Tour Triangle tendrá el máximo
permitido, lo que muchos consideran la “segunda venida del arrepentimiento
arquitectónico parisino”.
La arquitectura
Hausmann decimonona de París –caracterizada por estructuras de cinco pisos,
tejados en ángulo de 45 grados (para permitir el paso del sol a las calles),
hierro forjado y fachadas decorativas de piedra- tiene renombre mundial y
distingue a la ciudad de otras importantes urbes internacionales. Andrew Ayers,
historiador arquitectónico que ha escrito ampliamente sobre las estructuras de
la Ciudad Luz, cree que “la belleza y riqueza de una metrópoli como París
proviene del efecto combinado de sus numerosos edificios de pequeña escala”, que
permiten una vista despejada de la Torre Eiffel y complementan a otros
monumentos que definen la arquitectura de París, como Notre Dame y el Arco del
Triunfo. En cambio, las altas torres modernas –como el gran plano triangular de
Tour Triangle, con su fachada de vidrio- “interactúan solo entre sí”, dice
Ayers.
Muchos
argumentan que, cualquiera que tenga la impresión de que París necesita
rascacielos para competir con otras grandes ciudades, pasa por alto el hecho de
que la ciudad es única y atrae anualmente a millones de turistas. “Para una
política como la alcaldesa Hidalgo, los edificios altos son símbolos
imprescindibles de contemporaneidad, porque están presentes en ciudades
rivales”, acusa Ayers. “Es indiscutible que París tiende a compararse con
Londres, donde proliferan las torres”. Pero transformar París en otra ciudad de
rascacielos arruinará su atractivo, aseguran los críticos de Tour Triangle y
eso podría impactar negativamente en el turismo.
Entonces, ¿por
qué comprometer la integridad histórica de la capital francesa con un nuevo
edificio alto? Primero, por los beneficios económicos, como la creación de
empleos y además, una construcción elevada podría atraer ingresos albergando
más inquilinos. Pero con una tasa de desocupación de 7 por ciento en el actual
espacio de oficinas de París, no existe una necesidad perentoria por la oferta
de la torre. Y si bien la ciudad está muy escasa de viviendas, Ayers considera
que hay otras maneras de abrir esos espacios sin recurrir a rascacielos. “Si
levantaran el límite de altura, pero mantuvieran la planificación urbana de
pequeñas parcelas con muros compartidos, típica de París, podrían densificarla
sin destruir su carácter esencial”, explica Ayers. En los distritos exteriores,
donde ya habían elevado el límite de altura de 37 a 50 metros, están terminando
de construir de varios edificios residenciales. Ayers opina que combinan bien
con los barrios circundantes y ofrecen una alternativa lógica a estructuras
como la Tour Triangle.
Cuando hay
edificios bajos en un área densa, los residentes se ven obligados a interactuar
y la vida en las calles se intensifica, un aspecto importante de la
personalidad de París. Según el escritor y filósofo suizo Alain de Botton,
cinco pisos es la altura ideal de un edificio urbano, porque cualquier
estructura más alta nos hace sentir “insignificantes, pequeños y triviales”,
palabras que rara vez se utilizan para describir la vida en la Ciudad Luz. No es
de extrañar que, desde hace años, artistas y eruditos emigren a París en busca
de inspiración. ¿Seguirán haciéndolo si el espíritu de la ciudad queda
encerrado entre torres modernas?
Si bien un solo
edificio alto no arruinará por completo la singular belleza de París, los
críticos temen que la construcción de la Tour Triangle pueda preparar el
terreno para más rascacielos en el centro de la ciudad: y hay pocos lugares
donde colocar torres sin desfigurar el espíritu arquitectónico de París. El
sitio Web de Triangle utiliza el término emblemático
para describir el edificio, adjetivo que se antoja bastante prematuro. Se necesita
más que altura y mucho vidrio para alcanzar esa distinción y en París,
cualquier edificio monumental tiene que competir por la condición de icono contra
la Torre Eiffel. Una competencia que seguramente perderá.