A causa de la escasez de mano de obra estadounidense durante la Primera Guerra Mundial, el presidente Woodrow Wilson dependía de ovejas para cortar el césped de la Casa Blanca. En la década de 1920, los Phillies de Filadelfia se convirtieron en su propio equipo de granjeros cuando su encargado de cancha, desesperado por ayudar a mantener el campo de juego del Baker Bowl, contrató dos ovejas y un carnero para recortar el pasto.
A principios de abril, Amazon empezó a rentar cabras podadoras. La compañía en línea ofrece servicios de “cabras para pastar” como parte de la prueba beta de su nueva campaña Servicios Domésticos que provee de todo, desde instalaciones de fregaderos hasta entrenamiento de yoga (al momento, solo se pueden rentar cabras en Seattle). Cada renta viene con una garantía de “felicidad” o le devuelven su dinero.
Resulta que las cabras son mejores que las ovejas para recortar céspedes. Según Modern Farmer, se requeriría de ochenta y tres ovejas para podar 15 kilómetros cuadrados de pasto, pero solo treinta y ocho cabras. Las cabras también son rumiantes: sus estómagos de cuatro cámaras pueden procesar mucho más que pasto, incluidas muchas plantas y sustancias que serían tóxicas para otras criaturas.
Amazon ha estado a favor de las cabras desde el año pasado, cuando Amazon Japón formó su propio “cuerpo para desmalezar” de treinta a cuarenta cabras, cada una con su propia identificación personal de empleado de Amazon para trabajar en el césped afuera del centro de distribución de la compañía. Las cabras y Amazon son un apareamiento natural porque la compañía tiene sus oficinas centrales en Seattle, una ciudad conocida por dar fondos estatales para que las cabras pasten con la maleza pública. Las cabras pueden alcanzar lugares que la maquinaria pesada agrícola no puede, son más baratas que sus equivalentes humanos y dan un impacto ecológico menor.
Las cabras amazonias de Seattle son propiedad de Tammy Dunakin, de Rent-A-Ruminant, en la cercana Vashon Island. Dunakin es famosa en los círculos de cabras podadoras, habiendo aparecido en un segmento de Colbert Report titulado “Gente que está destruyendo América: cabras paisajistas”. Colbert afirmaba que la operación de ella arruinaba la subsistencia de los paisajistas humanos. “No estaré satisfecha hasta que las cabras hagan todas las labores de paisajismo en este país”, bromeó ella en el programa.
Dunakin, de cincuenta y tres años, tiene cabello castaño al rape, ojos azul claro y, en su pickup, calcomanías para parachoques que dicen “Las voces en mi cabeza me dicen que compre más cabras” y “Sufro del síndrome de múltiples cabras (pues una cabra nunca es suficiente)”. Mientras habla de las cabras, ella se balancea de un lado a otro, tal vez porque constantemente la acarician con el hocico. Al momento en que entramos a su pastizal, me saludan un macho cornudo y barbudo llamado Ernie y su amigo de franjas marrones y negras, Franz. El resto de las cabras nos rodea, frotando sus cabezas contra nuestros abrigos. “Ellas dan masajes grandiosos”, me dice Dunakin. El cual podría ser un segundo servicio que ofrezca Amazon.
Dunakin lanzó Rent-A-Ruminant en 2004 con diez cabras. “Ellas se veían aburridas, así que puse sus pequeños traseros a trabajar”, recuerda. Construyó el negocio “una cabra a la vez”, y hoy tiene un rebaño de ciento veinte, todas hembras no lecheras (por lo tanto, nada de queso) y machos castrados (por lo tanto, nada de retoños). Todas son cabras rescatadas, mascotas indeseadas y refugiadas de los mataderos. “Muchas de ellas vienen de situaciones malas”, dice Dunakin. Sus clientes van desde el Departamento de Transporte estatal hasta bases de submarinos nucleares. En su mayoría, las bestias son usadas para desbrozar zarzas. Cuando no ayudan al medioambiente, a veces combaten el crimen al masticar la maleza y los hierbajos donde se ocultan los atracadores en áreas con altos índices delictivos. Vamos, las cabras no comen parafernalia de drogas o latas. “Solo papel y vegetación”, me dice Dunakin. Las pancartas políticas de cartón son de sus favoritas.
Ella espera convertirse en el Starbucks de la renta de cabras, con puestos remotos por todo el mundo. Dunakin ya dirige un programa de licencias afiliadas que permite a los cabreros solicitar una franquicia de rentas a través de su negocio. Ella ha ayudado a cabreros afiliados en lugares tan lejanos como Australia.
La cantidad más pequeña de cabras rentables en Amazon es de dieciséis; la mayor, el rebaño completo de ciento veinte. Ella ahora está desbrozando casi cien solicitudes de rentas en Amazon. Antes de que acepte su primera comisión, debe manejar hasta el sitio, evaluarlo y asegurarse de que no haya algo potencialmente venenoso. Ella ha rechazado solicitudes de llevar el rebaño a bat mitzvahs y fiestas de cumpleaños. “No soy un zoológico de mascotas”, explica.
En esta tarde en el pastizal de Vashon Island, veo a Franz y Ernie rozándose uno al otro; Huey, Dewey y Louie se embisten, y Spider-Man, Batman y Superman entrechocan sus cuernos en el pasto. Me pregunto cómo estos alborotadores en realidad hacen su trabajo. “Las cabras tienen déficit de atención, pero resuelven los problemas”, dice Dunakin. “Trabajan en su propio tiempo, tiempo caprino”. Incluso en turnos de veinticuatro horas, ellos “se toman muchos descansos y siestas”. A Dunakin le ayudan sus perras (Madie, una kelpie australiana, y Pearl, una border collie), quienes rodean y mordisquean los talones de las cabras, manteniéndolas en línea.
¿Qué pasaría si las cabras quedaran libres en la división de libros de Amazon?
Las cabras son amantes de los libros, dice ella. De hecho, los devoran.