Un recorrido virtual con Google Earth por el campus de la
Universidad de Garissa, en el noreste de Kenia, muestra un entorno árido en el
que se siente un calor perturbador y se intuye la falta de electricidad en las
aldeas más próximas. Al lado fluye el río Tana, y a 165 kilómetros está la
frontera con Somalia. A casi 400 kilómetros, la capital, Nairobi. Hoy en
Garissa faltan 147 estudiantes y al calor asfixiante se une el olor intenso de
la muerte. Los jóvenes fueron asesinados a balazos por el grupo terrorista Al
Shabab, considerado uno de los más radicales del continente africano. Pero,
¿qué tanto importan estos muertos en la agenda informativa mundial?
Una forma “sofisticada de racismo”
El ataque en una residencia estudiantil en Kenia, que se saldó
con 147 muertos y más de setenta heridos a manos de la milicia yihadista somalí
Al Shabab, ha tenido menos repercusión mediática comparado con otras masacres,
como la de Charlie Hebdo, en París. Enric González, columnista del diario
español El Mundo, dice a Newsweek en Español que ello refiere “una forma
superior y sofisticada de racismo. Creemos que en ciertos países pasan
habitualmente ciertas cosas que, en cambio, a nosotros, occidentales blancos del
norte, no pueden ocurrirnos”.
Garissa, una ciudad de mayoría musulmana, está rodeada de
construcciones bajas de cemento y madera y sus caminos no están asfaltados. En
este humilde rincón del mundo se erige el centro de estudios “Garissa
University College”: la primera universidad pública de ese país africano. El
pasado 2 de abril en esa residencia fueron asesinados 147 estudiantes que
formaban parte del “futuro de Kenia”. Un futuro que a los ojos del mundo
occidental parece no importar porque —explica en entrevista telefónica Elena
Ibarra, internacionalista por la UNAM y catedrática de La Salle— “la falta de
atención e interés en los problemas de África se da por pura ignorancia. Se
tiende a ver a África, en general, como un continente asolado por pandemias,
refugiados y hambrunas y no se le ven las otras caras buenas que tiene”. Para
ella lo ocurrido en Kenia es un ataque de Al Shabab (cuyo centro de operaciones
está en Somalia), que está en contra de la intervención extranjera. Kenia tiene
tropas desplegadas con el mandato de la Unión Africana para pacificar el
territorio.
Un desinterés que lleva a que la mayoría de la población se
sienta identificada con otras tragedias consideradas más “cercanas”, como la
ocurrida en el diario satírico francés Charlie Hebdo. Elena Ibarra lo explica
así: “Una de las diferencias principales entre lo de Charlie Hebdo y lo de
Kenia estriba en que en el primer caso todos nos sentimos un poco “asesinados”
mientras que con lo de Kenia “nos cuesta trabajo identificarnos como
estudiantes en una universidad pública en África por el poco o escaso
conocimiento que tenemos de dicho continente”.
Un punto que coincide con el esgrimido por el periodista Enric
González: “Los muertos de Charlie Hebdo impactaron más que los de Kenia a las
sociedades llamadas occidentales, para las que se confecciona la agenda
informativa mundial, por el habitual déficit de empatía: seguimos sin percibir
que los africanos son exactamente iguales a nosotros”.
Una ausencia de “centralidad”, que se explicaría, de acuerdo
con Casio Luisselli Fernández, Profesor Emérito del TEC de Monterrey (ciudad de
México), “con la menor atención mediática del África subsahariana en general.
Lo cual es una pena. Francia, por ejemplo, es una potencia, un país central en
los asuntos del mundo. Solo así se puede entender la gran atención que atrajo
(el atentado de Charlie Hebdo). Lo malo no es que Francia llame la atención del
mundo, sino que Kenia consiga relativamente poca. Pero existe esa explicación.
Mala o buena, pero así se entiende”.
Es noticia en función de su rentabilidad
Newsweek en Español comparó a través de Google cuál fue la
tendencia de interés social en redes a escala mundial de tres tragedias: Ayotzinapa
(México), Utoya (Suecia) y Garissa (Kenia). Los resultados de los mapas de
influencia revelan que el último atentado en la universidad keniana tuvo eco en
Europa, en la propia Kenia, en Somalia y en Sudáfrica. En menor medida en Estados
Unidos.
Aunque estos mapas de comunicación virtual no reflejan la
importancia real en los medios de comunicación convencionales, sí demuestran
que, en muchos casos, la información es tratada como simple mercancía. Y es que
en este contexto de ninguneo informativo, los países de África tienden a
desaparecer del mapa noticioso confeccionado sobre todo por Europa y Estados
Unidos.
Luis Méndez, profesor del curso de posgrado de Información
Internacional y Países del Sur de la Universidad Complutense de Madrid, opina
que “la información a escala planetaria tiene un marcado sello eurocentrista,
ya que en el viejo continente se concentran buena parte de los medios de
comunicación de mayor trascendencia internacional, entre ellos las agencias
France Press y Reuters que, junto con la estadounidense AP, acaparan más del 80
por ciento del flujo informativo global. Además, lamentablemente, en un
continente como el africano donde la tragedia en forma de hambruna o violencia
es algo cotidiano, las noticias solo despuntan en los medios internacionales
cuando tienen un perfil de auténtico holocausto”.
Polarizar el mundo
Con un perfil de dimensiones no tan trágicas, lo cierto es que,
como dice Hamed Enoichi, editor de la revista digital Negratinta, “lo de Kenia
no interesa, simple y llanamente, y apenas hay corresponsales en África. No se
invierte nada en aquellas zonas porque no interesa. Esto es así porque los
medios de comunicación y la sociedad tienden a polarizar el mundo: ellos y
nosotros. Listos y tontos. Salvajes y civilizados”.
Respecto al interés suscitado en redes, donde se creó el
movimiento con el hashtag #147isnotanumber, Enoichi cree que se dio el “efecto
Streisand, que es cuando una noticia o información se quiere censurar pero
acaba saltando a las redes sociales y se ve quinientas veces más que si no se
hubiese censurado. En este caso, ha pasado lo mismo: una información que fue
casi anecdótica en los grandes medios, acabó siendo viral por las redes al
percibir que se estaba ninguneando una tragedia de tales dimensiones”.
Haya tenido mayor o menor presencia mediática, la tragedia de
Garissa evidencia que el terrorismo no es un problema local. De hecho, en
opinión de la experta en temas africanos Elena Ibarra, “no darle la importancia
que merece a lo que ocurre es muy peligroso, ya que es una amenaza real para
todos”. Por eso insta a todos los internacionalistas a que “den a conocer todas
las realidades del mundo con el fin de comprenderlas, con un nivel de
cooperación mutua, en una relación de igual a igual”.
No le falta razón, desde la comodidad de nuestros sofás, los
jóvenes asesinados de Kenia nos resultan igual de lejanos que las víctimas del
semanario satírico Charlie Hebdo, que los muertos de Utoya o los desaparecidos
en las Torres Gemelas de Nueva York.
Al grupo se le atribuyen no solo los atentados recientes de
Kenia, sino la muerte de decenas de trabajadores de cooperación internacional,
periodistas y líderes civiles de la Unión Africana.