Activistas de fuentes abiertas consideran que las abejas se salvarían con una colmena en cada patio.
Las abejas caen como moscas. Desde 2007, el trastorno de colapso de colonias, misteriosa epidemia global que causa la repentina desaparición o muerte de abejas melíferas, ha acabado con 10 millones de colmenas tan solo en América del Norte; pero un colectivo internacional de diseñadores y hackers ha desarrollado un plan: una colmena “inteligente”, imprimible y de fuente abierta, que podría ayudarnos a desentrañar el misterio de las abejas que desaparecen.
Cualquiera puede descargar, gratuitamente, los planos de Open-Source Beehives (OSBH) y sus componentes pueden fabricarse con una sola lámina de madera de 1.80 x 2.50 metros utilizando una cortadora controlada por computadora llamada CNC router, disponible en casi cualquier carpintería. La colmena se arma en minutos y no requiere de clavos ni pegamento.
El esfuerzo más reciente de este grupo, que acaba de reunir más del doble de su objetivo de recaudación de 20 000 dólares, llevará el proyecto un poco más allá añadiendo a la colmena un sensor que rastreará y registrará variables potencialmente dañinas como humedad, intensidad de la luz y temperatura del interior. Todo se transmitirá a una plataforma llamada Smart Citizen, la cual alertará a los propietarios cuando sus colmenas estén el peligro. El objetivo es llevar estas colmenas “inteligentes” y de bajo costo a los patios de todo el mundo, a fin de reconstruir la población apícola y desarrollar una red en línea, con datos en tiempo real, que los investigadores puedan utilizar para descubrir la causa de la muerte de las abejas.
Tristan Copley Smith, cineasta, activista de fuentes abiertas y cofundador de OSBH, espera que los sensores permitan vincular el colapso de colonias, con los insecticidas neonicotinoides que Estados Unidos prohibió cuando numerosos estudios los relacionaron con una creciente susceptibilidad viral en las abejas. La teoría se ha debatido mucho. Por ejemplo, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos determinó, el año pasado, que no había una sola clase de insecticida que pudiera ocasionar, sin duda alguna, el colapso de colonias; por el contrario, sugirió que se debía a una “compleja” combinación de estresores. Por su parte, las empresas que fabrican neonicotinoides han patrocinado investigaciones que defienden la seguridad de sus químicos. Sin embargo, Copley Smith vaticina que sus colmenas de “fuentes colectivas” (crowdsourced) acabarán con el debate y mejor aún, salvarán a las abejas.